Nota del Editor. Aquí publicamos una carta imaginaria escrita por un antiguo alumno del Colegio de Belén de La Habana a un compañero de curso. Una carta escrita en el presente y 63 años después de su emocionante graduación. Debe leerse como tal y como un comentario quasi-costumbrista al alto y duro costo cobrado por la polarización política y cultural que sufre hoy en día nuestra sociedad.
Carta a un amigo que se peleó conmigo
Por Joaquín Pérez.*
Hace años, muchos años que nos conocemos. Una vez nos caímos a trompones frente al comedor del colegio, entrando en los terrenos de pelota que nos conectaban con los terrenos del Cabaret Tropicana.
Cuántas veces, practicando jabalina, se nos iba la mano y la metíamos en el parqueo del cabaret y teníamos que hacer el sacrificio de saltar la cerca para buscarla y no tener problemas con el edil de juego. Claro, buscar la jabalina no era fácil, teníamos que saltar con los ojos tapados para no ver a las modelos de Tropicana que, en muy poca ropa, paseaban por aquel lugar.
Alguna vez discutimos de pelota, porque él era Habanista y yo Almendarista. Nada grave. Fermín Guerra, Conrado Marrero, Roberto Ortiz, del Almendares, no tenían comparación; a pesar de que mi amigo, que se peleó conmigo, decía que el Habana tenía a Sandy Amorós, el jugador que con un average de 373 era el más alto de la pelota cubana, o que Perucho Formental ostentaba el record de 57 carreras impulsadas y Lou Klein sus16 jonrones. Que si el Almendares tenía a Adolfo Luque ellos tenían a Miguel Angel González. Discusiones pequeñas, que no pasaban de allí.
Cuando decidimos hacer la huelga en 4to año de bachillerato contra Emilio, no hubo discusión. Los dos actuamos como un solo hombre y le dimos una lección a aquel gordo.
Cuando comenzó el lío de Fidel algo nos distanció. Yo simpatizaba con el 26 y mi amigo, que se peleó conmigo, no. El tenía un pariente que era batistiano. Militar o policía. No se. El caso es que no quería aceptar que en la Sierra se forjaba el futuro de Cuba. Por eso criticó al ¨negro¨ Miguel Ángel González Prendes cuando con el ¨gallego¨ Suárez se fueron a buscar a los alzados para unirse a esas tropas (No lo sabíamos, pero en ese momento las tropas eran cuatro gatos y nadie los podía encontrar, mucho menos el ¨negro¨ y el ¨gallego¨).
Pero en la medida en que la cosa se puso fea, mi amigo, que se peleó conmigo, un día me comentó que veía que el gobierno de Batista exageraba la represión y que no le gustaba aquello (¡si hubiéramos podido ver el futuro!). Así que convencido de que hacía lo mejor para Cuba, secundó la huelga que armamos en Belén, que Baldor apoyó muy inteligentemente y que Larrucea rechazó equivocadamente. Fue una huelga revolucionaria.
Cuando supimos que a July lo habían matado, los dos nos sentimos muy tristes. Tan tristes como cuando los dos nos tuvimos que ir de Cuba. Contra Fidel conspiramos, de acuerdo con nuestras capacidades y voluntad, porque aquello era insufrible. Pero hubo un momento en que el exilio, la cárcel, o la muerte eran las únicas opciones.
Yo fui al Sur y él al Norte. Nos despedimos como amigos. Como debe ser. Aunque ahora está peleado conmigo.
Muchos años después nos encontramos aquí. Yo venía con la experiencia de la democracia venezolana de 50 años y el dolor de perder una segunda patria. Yo salí con lo que pude. El había sido próspero, sus hijos y nietos se habían preparado y él militaba en uno de los dos partidos políticos de los Estados Unidos. Ya se sabe que aquí te dan tres opciones políticas cuando te haces ciudadano. Y el optó por una. Nada espectacular o de vida o muerte. Al principio todo fue bien, pero llegó un momento en que las cosas se crisparon. Yo creía que discutir con él era como discutir del Habana y el Almendares. Pero no era así. Había algo en él, había algo en mí, que no nos dejaba hacer superficial la conversación. ¿Serían ideas tomadas del exilio en el Sur y en el Norte? ¿Sería la edad que nos va volviendo viejos irritables y rencorosos; sordos y cabezones? ¿Sería que los dos creíamos que estábamos en una seria situación, pero vista desde dos puntos opuestos e irreconciliables? No se.
Lo cierto es que estamos al doblar la esquina, donde nos espera la lechuza, el manisero, el asilo, la silla de ruedas, o el mundo perdido de los pensamientos confundidos. ¿Serán 15 años? ¿serán 10, o 5 o 3? ¿Será mañana cuando la parca fría (Grim Reaper) nos pase buscando? Porque lo que nos queda es poco. Ya se han ido casi la mitad de los 82 que un día de junio del 57, junto a nuestras madres, en el estrado del salón de actos del Colegio de Belén, escuchamos el discurso de Dominguito.
Y yo me pregunto; ¿merece la pena seguir peleado con aquel amigo ahora que nos quedan meses en esta tierra? ¿No sería mejor que nada nos separe? ¿No será necesario que seamos capaces de tolerar, de restarle intensidad a las diferencias de opinión, como hacíamos cuando nos partíamos la cara, pero al minuto nos dábamos un fuerte abrazo y todo lo dejábamos allí?
Nos vemos este sábado por Zoom. No nos queda mucho tiempo útil.
*Joaquín Perez, MPA
Director del Instituto Jesuita Pedro Arrupe.