Por Sixto García.*
El calificativo con el que José de la Luz y Caballero se refiere a Feliz Varela, “El primero que nos enseñó a pensar (a los cubanos)” siempre me ha provocado las preguntas: nosotros, los Cubanos,“discípulos” de Varela, ¿aprendimos algo de él? Nuestra historia como pueblo, ¿qué nos dice: ¿nos hace merecedores de una nota de “pase”, de ´¨aprobación” del curso, en esa disciplina de “aprender a pensar”, o una nota de “suspenso” – dicho sea, en términos más académicos, de fallo?
El pueblo cubano – dentro y fuera de la isla - se encuentra en una encrucijada de su historia. Los eventos del próximo pasado julio 11 – y los precedentes y consecuentes a esa fecha (julio 11 no surgió de un vacío) han incitado un tsunami de reacciones en la Diáspora, principal, aunque no exclusivamente, en Miami: proclamas, declaraciones, acusaciones (falsas) al papa Francisco por su aludido silencio, obstrucción de carreteras – incluso una llamada – que leí en algún lado – a una “intervención militar por razones humanitarias” – Mi email gime bajo el peso del activismo y el torbellino de tantos artículos, propuestas, declaraciones, citas de figuras internacionales, etc.
El futuro (que ya es presente) de Cuba se halla ante una situación peligrosa: la prevalencia de un activismo de gritos, proclamas, que ya han surgido en la Diáspora en crisis anteriores – en dos palabras, mucha acción sin meta clara, ni planes a medio y largo plazo, y poca – o ninguna reflexión.
Aquí me vienen a la mente las palabras de Pablo VI: el papa se las aplica al “desarrollo integral”:
“Si para llevar a cabo el desarrollo se necesitan técnicos, cada
vez en mayor número, para este mismo desarrollo se exige más
todavía pensadores de reflexión profunda que busquen un
humanismo nuevo, el cual permita al hombre moderno hallarse
a sí mismo, asumiendo los valores superiores del amor, de la
amistad, de la oración y la contemplación” (Populorum Progressio, 20)
Traduciendo lo anterior a la situación cubana, podríamos leerlo así:
“Si para llevar a cabo el triunfo de la libertad y la democracia en Cuba se necesitan
hombres y mujeres de acción, cada vez en mayor número, para esta
misma libertad y democracia se exigen más todavía pensadores de
reflexión profunda que busquen un humanismo nuevo, el cual
permita al pueblo cubano hallarse a sí mismo, asumiendo los valores
superiores del amor, de la amistad, de la oración y contemplación”
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Hablar en estos momentos de “amor, oración y contemplación” – ¡hablar de “pensadores”! - sin duda puede antojarse tonto, irrelevante – beatería barata que no dice nada al momento actual. Pero, realmente, sin ellos no hay futuro auténtico para Cuba, sin ellos, todo sueño de libertad, democracia participativa, de una sociedad edificada sobre los fundamentos de la justicia social, del Bien Común, de una justa distribución de las riquezas – del respeto a la dignidad de la persona humana - ¡de toda persona humana! – fácilmente se convierte en una quimera, cuando no en pesadilla . . .
“Reflexionar, pensar” y plantear ese pensamiento como pauta de futuro – sobre todo, en ciertos ambientes y contextos, puede ser peligroso; suscita, casi inevitablemente, rechazo y persecución. Varela lo experimentó de un modo muy directo y álgido (los textos citados a continuación son tomados del prólogo “Al Lector”, de las “Cartas a Elpidio”, publicadas por la Universidad de La Habana, 1945, reproducidas por la Editorial Cubana, Miami, 1996).
El 5 de junio de 1839, Varela, afligido por las críticas que sus “Cartas a Elpidio” habían suscitado, le escribe, desde New York, a Luz y Caballero:
“En cuanto a las desgraciadas Cartas a Elpidio le suplico a Ud. encarecidamente que vea cuanto antes al Dr. Suárez . . . y que le diga que sin pérdida de momento me mande todos los ejemplares para ver si puedo venderlos en otra parte o quemarlos . . . Es justo castigo de mi tontería meterme a escritor, y lo que es más, a editor sin fondos . . . ”
El 23 de agosto le escribe de nuevo a Luz y Caballero:
“Suplico a Ud. me diga con franqueza por qué han sido mal recibidas mis Cartas a Elpidio. ¿Es por las doctrinas que contienen? ¿Es por el modo de presentarlas? Es por mero odio, tan inesperado, en vez del aprecio con que me honraban mis paisanos . . . Al fin, el desprecio con que han sido miradas mis Cartas a Elpidio, que contienen mis ideas, mi carácter, y puedo decir que toda mi alma, es un exponente del desprecio con que yo soy mirado.”
Varela aclara que no escribe esto por “queja tonta.” La experiencia del desprecio le ha enseñado, en primer lugar, “el inestimable tesoro del desengaño, y en segundo un complemento de libertad de que carecía . . . “Yo soy mi mundo, mi corazón es mi amigo, y Dios mi esperanza.”
Varela, en sus Cartas a Elpidio, ha osado hacer algo que, en ese momento de la historia de Cuba - ¡igual que ahora! – le ha conllevado persecuciones y desprecio: ¡Varela ha tenido la audacia, la intrepidez moral y política de reflexionar, de ¡pensar! “de usar su razón, unida con su fe, para imaginar y marcar nuevos derroteros para su pueblo, y más allá. Varela ha peregrinado por su ‘noche oscura del alma’ - ¡y ésta le ha liberado de ilusiones y auto-ilusiones, y le ha señalado que, en verdad, la única esperanza yace en ese Dios que le ha pedido sufrir desprecios por su compromiso con aquello que Cuba necesitaba más en ese momento: ¡reflexionar, pensar!
Mucho del pensamiento de Varela fue distorsionado y disuelto en décadas posteriores por la influencia que tuvo en Cuba el pensamiento positivista de Auguste Comte, hijo intelectual del cual fue Enrique José Varona, enemigo acérrimo de las formas y esquemas tanto de la escolástica como de las primicias del pensamiento existencial de su época, con sus “abstracciones inútiles” – “Cuba no necesita filósofos, sino ingenieros para construir puentes”, frase que se le atribuye a Varona y / o a sus discípulos y que oscurece la diferencia entre la reflexión existencial, encarnada en la realidad humana y su dimensión, histórica, social, económica y política y el intelectualismo elitista, vacío de significado y carente de capacidad transformadora.
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Las Cartas a Elpidio fueron escritas en 1835 (“Sobre la Impiedad”) y 1838 (“Sobre la Superstición”). Nunca escribió la tercera proyectada, la “Carta sobre el Fanatismo (¿caudillismo?).” Varela vivió, escribió y pensó en un momento concreto de la historia, en situaciones concretas, determinadas, propias de su mundo, pero su pensamiento, como todo pensamiento profundo, es dinámico, se auto-trasciende y se hace capaz de iluminar situaciones nuevas en el tiempo y en su acontecer histórico. El pensamiento vivo de Varela sigue siendo relevante e iluminador para el momento actual cubano y para su encrucijada histórica.
Los documentos finales del ENEC (Encuentro Nacional Eclesial Cubano), 1986, y el Documento Final de C.R.E.C.E.D. (Comunidades de Reflexión Eclesial Cubana en la Diáspora), publicado en 1993, apuntan, directa o indirectamente, a ciertas aflicciones políticas y morales que, a lo largo de las décadas, fueron preparando la situación en que ahora nos encontramos : una inclinación popular a la superficialidad, una proclividad a dejarse seducir por falsos mesianismos, por caudillismos, por retórica de diletantes políticos y sociales, la perpetuación de tradiciones intelectuales definidas por secularismos de mal-disimulada tonalidad anti-cristiana – En dos palabras, ¡ausencia de auténtica reflexión y pensamiento cristiano . . . !
¿Qué – o más bien, quienes – necesita Cuba hoy?
La situación de Cuba necesita hombres, mujeres, que, haciendo suyas la enseñanza de los grandes pensadores de su tradición, y de su identidad cristiana, puedan enseñarnos nuevas formas de hacer autocrítica de su historia, de sus realidades sociales y raciales, de pensar e imaginar su futuro – que puedan hacer una hermenéutica de la historia de Cuba, cuestionar las injusticias y engaños de esa historia, que puedan, trasvasando las palabras de Pablo VI, enseñarnos nuevos y frescos humanismos – que, dejando atrás el lastre fatídico de secularismos moralizantes y reacciones viscerales militaristas, puedan - de nuevo, Pablo VI – “hallarse a sí mismos, asumiendo los valores superiores del amor, de la amistad, de la oración y la contemplación.”
Es triste constatar que la Diáspora cubana ha rechazado, con contumacia irresponsable, la exigencia de reflexionar, de pensar nuevos horizontes y nuevas formas políticas y sociales para Cuba – Escritos y proclamas estridentes, reuniones de última hora, convocatorias, obstrucción de autopistas . . . y escaso pensamiento – Frenesí de actividades, algunas de ellas amparadas por la Primera Enmienda de la Constitución de EEUU, otras no – y un desprecio a la reflexión, apasionada y profunda sobre la situación de Cuba, un rechazo a plantear una interpretación de la historia que cuestione y desafíe las fantasías, que han brotado en la Diáspora, sobre una Cuba edénica, prístina, que nunca existió, una filosofía y teología de la historia de Cuba que desenmascare – como de suyo han hecho, como mencionamos arriba, los Documentos Finales del ENEC y de CRECED – las injusticias y olvidos culpables - ¡gravemente culpables! – de la historia de Cuba
CONCLUSIÓN
Pensar nuevos humanismos de justicia social y una política concebida en función del Bien Común es peligroso, conlleva riesgos que muchos no desean afrontar. La historia nos enseña que lo primero que hace un régimen autocrático o dictatorial es perseguir a los artistas a los intelectuales, quemar sus libros, y suprimir el pensamiento libre – Si que suceda esto se entiende en Cuba que sufre un régimen dictatorial y totalitario, no se entiende que su equivalente extraoficial ocurra en la diáspora donde se disfruta de un régimen democrático y de libre expresión. No es aceptable que hablar con libertad y señalar lo que en este artículo señalamos sea condenado al vituperio y a acusaciones de “comunismo” o de falta de patriotismo.
Sí, tanto la isla como la Diáspora necesitan reflexión profunda y radical, en el verdadero sentido de esa palabra, pensadores que, en la tradición de Varela, nos enseñen “nuevas formas de pensar” que nos abran nuevos horizontes, con aires frescos de futuros plenos de justicia social, de pasión por el Bien Común, y de – nos dice Francisco – fraternidad social - ¡Somos ¨fratelli tutti¨, somos hermanos, pero solamente el pensamiento, la reflexión, la razón, unida con la fe, nos pueden descubrir esta pasmosa y asombrosa realidad – la posibilidad (de nuevo, Pablo VI) de que los cubanos puedan - ¡por fin! – “hallarse a sí mismos, asumiendo los valores superiores del amor, de la amistad, de la tolerancia, de la auto-crítica, del diálogo, de la oración y de la contemplación”!
- Sixto J. García, Ph.D. Profesor Emeritus de Teología Sistemática (Cristología y Escrituras.) St. Vincent de Paul Regional Theological Seminary.