Antonio L. Sowers*
Esta es la primera parte del resultado de la lectura y reflexión sobre esta encíclica realizadas por el Círculo Laudato si, que forma parte del Movimiento Laudato si y está integrado por los siguientes grupos: miembros de la Institución Teresiana, ITEC-Cambio climático de los escolapios y IJPA-Conversión ecológica de los jesuitas. Pretendemos así compartir y divulgar un mayor conocimiento sobre «el cuidado de la casa común».
Carta encíclica Laudato si del santo padre Francisco
El nombre de la encíclica Laudato si (Alabado seas), dada a conocer el 24 de mayo de 2015, en la solemnidad de Pentecostés, se deriva del cántico de san Francisco de Asís a las criaturas, y es, además, un grito de auxilio del papa Francisco en nombre de la Iglesia al hombre posmoderno a que cuide, proteja y haga buen uso de los recursos de la madre Tierra.
Resumen de Laudato si
La encíclica Laudato si del papa Francisco es un llamado de atención mundial para ayudar a la humanidad a comprender la destrucción que el hombre está causando al medio ambiente y a sus semejantes.
Aunque aborda directamente el medio ambiente, el alcance del documento es más amplio en muchos sentidos, ya que no solo examina el efecto del hombre en el medio ambiente, sino también las numerosas causas filosóficas, teológicas y culturales que amenazan las relaciones del hombre con la naturaleza y de los hombres entre sí en diversas circunstancias.
Este documento es, en muchos sentidos, la personificación del papa Francisco. Es un tema inesperado. Presenta verdades evangélicas y proporciona un desafío para cada creyente (también para los no creyentes). Desde el principio, el papa Francisco declara el objetivo del documento: «En esta encíclica, intento especialmente entrar en diálogo con todos acerca de nuestra casa común» (# 3).
Normalmente, los documentos papales se dirigen a los obispos de la Iglesia o a los fieles laicos. Pero, al igual de la Pacem in terris del papa Juan XXIII, el papa Francisco dirige su mensaje a todas las personas.
El objetivo del diálogo: «Hago una invitación urgente a un nuevo diálogo sobre el modo como estamos construyendo el futuro del planeta. Necesitamos una conversación que nos una a todos» (#4).
Lo anterior está en el corazón del documento, pero el papa Francisco también tiene un llamado muy importante a la conversión para los que están en la Iglesia. «La crisis ecológica es una llamado a una profunda conversión interior. Pero también tenemos que reconocer que algunos cristianos comprometidos y orantes, bajo una excusa de realismo y pragmatismo suelen burlarse de las preocupaciones por el medio ambiente. Otros son pasivos, no se deciden a cambiar sus hábitos, y se vuelven incoherentes. Les hace falta entonces, una conversión ecológica, que implica dejar brotar todas las consecuencias de su encuentro con Jesucristo en las relaciones con el mundo que los rodea. Vivir la vocación de ser protectores de la obra de Dios es parte esencial de una existencia virtuosa, no consiste en algo opcional, ni es un aspecto secundario de la existencia cristiana» (#21).
1
«Laudato si’, mi’ Signore» «Alabado seas, mi Señor», cantaba san Francisco de Asís. En ese hermoso cántico nos recordaba que nuestra casa común es también como una hermana, con la cual compartimos la existencia, y como una madre bella que nos acoge entre sus brazos: «Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sustenta, y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba»[1].
- Esta hermana clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla. La violencia que hay en el corazón humano, herido por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes. Olvidamos que nosotros mismos somos tierra (cf. Gn 2, 7). Nuestro propio cuerpo está constituido por los elementos del planeta, su aire es el que nos da el aliento y su agua nos vivifica y restaura.
Nada de este mundo nos resulta indiferente
- El santo papa Juan XXIII escribió una encíclica en la cual no se conformaba con rechazar una guerra, sino que quiso transmitir una propuesta de paz. Dirigió su mensaje Pacem in terris a todo el «mundo católico», pero agregaba «a todos los hombres de buena voluntad». Ahora, frente al deterioro ambiental global, el papa Francisco quiere dirigirse a cada persona que habita este planeta.
- Ocho años después de Pacem in terris, en 1971, el beato papa Pablo VI se refirió a la problemática ecológica, presentándola como una crisis, que es «una consecuencia dramática de la actividad descontrolada del ser humano»[2]. También habló a la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, ONUAA (más conocida como FAO por sus siglas en inglés: Food and Agriculture Organization) sobre la posibilidad de una «catástrofe ecológica bajo el efecto de la explosión de la civilización industrial», subrayando la «urgencia y la necesidad de un cambio radical en el comportamiento de la humanidad», porque «los progresos científicos más extraordinarios, las proezas técnicas más sorprendentes, el crecimiento económico más prodigioso, si no van acompañados por un auténtico progreso social y moral, se vuelven en definitiva contra el hombre»[3].
- San Juan Pablo II, en su primera encíclica, advirtió que el ser humano parece «no percibir otros significados de su ambiente natural, sino solamente aquellos que sirven a los fines de un uso inmediato y consumo»[4]. Sucesivamente llamó a una conversión ecológica global[5]. Pero al mismo tiempo, hizo notar que se pone poco empeño para «salvaguardar las condiciones morales de una auténtica ecología humana»[6]. La destrucción del ambiente humano es algo muy serio, porque Dios no sólo le encomendó el mundo al ser humano, sino que su propia vida es un don que debe ser protegido de diversas formas de degradación. Toda pretensión de cuidar y mejorar el mundo supone cambios profundos en «los estilos de vida, los modelos de producción y de consumo, las estructuras consolidadas de poder que rigen hoy la sociedad»[7].
- Benedicto XVI renovó la invitación a «eliminar las causas estructurales de las disfunciones de la economía mundial y corregir los modelos de crecimiento que parecen incapaces de garantizar el respeto del medio ambiente»[8]. Recordó que «el libro de la naturaleza es uno e indivisible», e incluye el ambiente, la vida, la sexualidad, la familia, las relaciones sociales, etc. El papa Benedicto nos propuso «reconocer que el ambiente natural está lleno de heridas producidas por nuestro comportamiento irresponsable. También el ambiente social tiene sus heridas. El hombre no se crea a sí mismo. Es espíritu y voluntad, pero también naturaleza»[9]. Con paternal preocupación, nos invitó a tomar conciencia de que la creación se ve perjudicada «donde nosotros mismos somos las últimas instancias, donde el conjunto es simplemente una propiedad nuestra y el consumo es sólo para nosotros mismos. El derroche de la creación comienza donde no reconocemos ya ninguna instancia por encima de nosotros, sino que sólo nos vemos a nosotros mismos»[10].
2
Unidos por una misma preocupación
- Estos aportes de los papas recogen la reflexión de innumerables científicos, filósofos, teólogos y organizaciones sociales que enriquecieron el pensamiento de la Iglesia sobre estas cuestiones. Pero no podemos ignorar que, también fuera de la Iglesia Católica, otras Iglesias y Comunidades cristianas -como también otras religiones- han desarrollado una amplia preocupación y una valiosa reflexión sobre estos temas que nos preocupan a todos. Para poner sólo un ejemplo destacable, recogeremos brevemente parte del aporte del querido patriarca ecuménico Bartolomé, con el que compartimos la esperanza de la comunión eclesial plena.
- El Patriarca Bartolomé se ha referido particularmente a la necesidad de que cada uno se arrepienta de sus propias maneras de dañar el planeta: «en la medida en que todos generamos pequeños daños ecológicos, estamos llamados a reconocer «nuestra contribución -pequeña o grande- a la desfiguración y destrucción de la creación»[11]. Sobre este punto él se ha expresado repetidamente de una manera firme y estimulante, invitándonos a reconocer los pecados contra la creación: «Que los seres humanos destruyan la diversidad biológica en la creación divina; que los seres humanos degraden la integridad de la tierra y contribuyan al cambio climático, desnudando la tierra de sus bosques naturales o destruyendo sus zonas húmedas; que los seres humanos contaminen las aguas, el suelo, el aire. Todos estos son pecados»[12]. Porque «un crimen contra la naturaleza es un crimen contra nosotros mismos y un pecado contra Dios»[13].
- Al mismo tiempo, Bartolomé llamó la atención sobre las raíces éticas y espirituales de los problemas ambientales que nos invitan a encontrar soluciones no sólo en la técnica, sino en un cambio del ser humano, porque de otro modo afrontaríamos sólo los síntomas. Nos propuso pasar del consumo al sacrificio, de la avidez a la generosidad, del desperdicio a la capacidad de compartir, en una ascesis que «significa aprender a dar, y no simplemente renunciar. Es un modo de amar, de pasar poco a poco de lo que yo quiero a lo que necesita el mundo de Dios. Es liberación del miedo, de la avidez, de la dependencia»[14]. Los cristianos, además, estamos llamados a «aceptar el mundo como sacramento de comunión, como modo de compartir con Dios y con el prójimo en una escala global [15].
San Francisco de Asís
- Creemos que Francisco es el ejemplo por excelencia del cuidado de lo que es débil y de una ecología integral, vivida con alegría y autenticidad. Es el santo patrono de todos los que estudian y trabajan en torno a la ecología, amado también por muchos que no son cristianos. Él manifestó una atención particular hacia la creación de Dios y hacia los más pobres y abandonados. Amaba y era amado por su alegría, su entrega generosa, su corazón universal. En él se advierte hasta qué punto son inseparables la preocupación por la naturaleza, la justicia con los pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior.
- Su testimonio nos muestra también que una ecología integral requiere apertura hacia categorías que trascienden el lenguaje de las matemáticas o de la biología y nos conectan con la esencia de lo humano. Él entraba en comunicación con todo lo creado, y hasta predicaba a las flores «invitándolas a alabar al Señor, como si gozaran del don de la razón»[16]. Su reacción era mucho más que una valoración intelectual o un cálculo económico, porque para él cualquier criatura era una hermana, unida a él con lazos de cariño. Por eso, se sentía llamado a cuidar todo lo que existe. Su discípulo san Buenaventura decía de él: «Lleno de la mayor ternura al considerar el origen común de todas las cosas, daba a todas las criaturas, por más despreciables que parecieran, el dulce nombre de hermanas»[17]. La pobreza y la austeridad de san Francisco no eran un ascetismo meramente exterior, sino algo más radical: una renuncia a convertir la realidad en mero objeto de uso y de dominio.
- Por otra parte, san Francisco, fiel a la Escritura, nos propone reconocer la naturaleza como un espléndido libro en el cual Dios nos habla y nos refleja algo de su hermosura y de su bondad: “A través de la grandeza y de la belleza de sus criaturas, se conoce por analogía al autor” (Sb 13, 5), y “su eterna potencia y divinidad se hacen visibles para la inteligencia a través de sus obras desde la creación del mundo” (Rm 1, 20). El mundo es algo más que un problema a resolver es un misterio gozoso que contemplamos con jubilosa alabanza.
3
El llamado del papa Francisco
- El desafío urgente de proteger nuestra casa común incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral, pues sabemos que las cosas pueden cambiar. El Creador no nos abandona, nunca hizo marcha atrás a su proyecto de amor, no se arrepiente de habernos creado. La humanidad aún posee la capacidad de colaborar para construir nuestra casa común. Merecen una gratitud especial quienes luchan para resolver las consecuencias dramáticas de la degradación ambiental en las vidas de los más pobres del mundo. Los jóvenes nos reclaman un cambio. Ellos se preguntan cómo es posible que se pretenda construir un futuro mejor sin pensar en la crisis del ambiente y en los sufrimientos de los excluidos.
- Hago una invitación urgente a un nuevo diálogo sobre el modo como estamos construyendo el futuro del planeta. Necesitamos una conversación que nos una a todos, porque el desafío ambiental que vivimos, y sus raíces humanas, nos interesan y nos impactan a todos. El movimiento ecológico mundial ya ha recorrido un largo y rico camino, y ha generado numerosas agrupaciones ciudadanas que ayudaron a la concientización. Muchos esfuerzos para buscar soluciones concretas a la crisis ambiental suelen ser frustrados no sólo por el rechazo de los poderosos, sino también por la falta de interés de los demás. Las actitudes que obstruyen los caminos de solución, aún entre los creyentes, van de la negación del problema a la indiferencia, la resignación cómoda o la confianza ciega en las soluciones técnicas. Necesitamos una solidaridad universal nueva. Como dijeron los obispos de Sudáfrica, «se necesitan los talentos y la implicación de todos para reparar el daño causado por el abuso humano a la creación de Dios»[18].
- Espero que esta carta encíclica, que se agrega al magisterio social de la Iglesia, nos ayude a reconocer la grandeza, la urgencia y la hermosura del desafío que se nos presenta. En primer lugar, haré un breve recorrido por distintos aspectos de la actual crisis ecológica. A partir de esa mirada, retomaré algunas razones que se desprenden de la tradición judío-cristiana, a fin de procurar una mayor coherencia en nuestro compromiso con el ambiente. Luego intentaré llegar a las raíces de la actual situación. Así, podremos proponer una ecología que incorpore el lugar peculiar del ser humano en este mundo y sus relaciones con la realidad que lo rodea. A la luz de esa reflexión quisiera avanzar en algunas líneas amplias de diálogo y de acción como a la política internacional. Finalmente, estoy convencido de que todo cambio necesita motivaciones y un camino educativo; propondré algunas líneas de maduración humana inspiradas en el tesoro de la experiencia espiritual cristiana.
- Esto ocurre especialmente con algunos ejes que atraviesan toda la encíclica. Por ejemplo: la íntima relación entre los pobres y la fragilidad del planeta, la convicción de que en el mundo todo está conectado, la crítica al nuevo paradigma y a las formas de poder que derivan de la tecnología, la invitación a buscar otros modos de entender la economía y el progreso, el valor propio de cada criatura, el sentido humano de la ecología, la necesidad de debates sinceros y honestos, la grave responsabilidad de la política internacional y local, la cultura del descarte y la propuesta de un nuevo estilo de vida.
4
[1] Cántico de las criaturas: Fonti Francescane (FF) 263.
[2] Carta ap. Octogesima adveniens (14 mayo 1971), 21: AAS 63 (1971), 416-417.
[3] Discurso a la FAO en su 25 aniversario (16 noviembre 1970): AAS 62 (1970), 833.
[4] Carta enc. Redemptor hominis (4 marzo 1979), 15: AAS 71 (1979), 287.
[5] Cf. Catequesis (17 enero 2001), 4: L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (19 enero 2001), p. 12
[6] Carta enc. Centesimus annus (1 mayo 1991), 38: AAS 83 (1991), 841.
[7] Ibíd., 58, p. 863.
[8] Discurso al Cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede (8 enero 2007): AAS 99 (2007), 73.
[9] Discurso al Deutscher Bundestag, Berlín (22 septiembre 2011): AAS 103 (2011), 664.
[10] Discurso al clero de la Diócesis de Bolzano-Bressanone (6 agosto 2008): AAS 100 (2008), 634.
[11] Mensaje para el día de oración por la protección de la creación (1 septiembre 2012).
[12] Discurso en Santa Bárbara, California (8 noviembre 1997); cf. John Chryssavgis, On Earth as in Heaven: Ecological Vision and Initiatives of Ecumenical Patriarch Bartholomew, Bronx, New York 2012.
[13] Ibíd.
[14] Conferencia en el Monasterio de Utstein, Noruega (23 junio 2003).
[15] Discurso «Global Responsibility and Ecological Sustainability: Closing Remarks», I Vértice de Halki, Estambul (20 junio 2012).
[16] Tomás de Celano, Vida primera de San Francisco, XXIX, 81: FF 460.
[17] Legenda maior, VIII, 6: FF 1145.
[18] Conferencia de los Obispos Católicos del Sur de África, Pastoral Statement on the Environmental Crisis (5 septiembre 1999).
*Antonio L Sowers, Director de «Conversión ecológica» del IJPA.