LA VIDA SE ACRECIENTA DÁNDOLA RAÍCES TEOLÓGICAS Y PROSPECTIVA TEOLÓGICO-PASTORAL DEL PAPA FRANCISCO EN “APARECIDA” Y “EVANGELII GAUDIUM”

Por: Rodrigo Guerra López

INTRODUCCIÓN 

El Pontificado del Papa Francisco es un momento de gracia para la Iglesia católica y para el mundo entero. Fácilmente esta afirmación puede parecer un mero “lugar común” o un recurso “retórico” al momento de intentar presentar parte del perfil teológico-pastoral de Francisco. Sin embargo, nos atrevemos a iniciar de esta manera para subrayar algo que tiene una importancia capital en orden a una comprensión adecuada de los elementos que vamos a exponer en esta ocasión.

En efecto, es fácil pensar en “lo que sucede al interior del mundo” en términos de tiempo cuantificado, de sucesión de instantes, de hechos que se acumulan uno tras otro. Esta es la idea de tiempo como krónos y que eventualmente deriva en una comprensión de la historia en la que lo específico humano y divino se disuelven en la inmanencia. Lo imprevisible termina resultando incognoscible. Cuando el tiempo sólo es afirmado como sucesión cuantificable de instantes, es muy difícil interpretar la irrupción de lo no previsto, de lo no-determinado, de lo radicalmente gratuito, es decir, se vuelve muy oscuro el hecho de la libertad humana y de la eventual libertad divina que actúa en la historia. 

Precisamente por ello, en la comprensión cristiana de la temporalidad, el krónos está habitado de Kairós, es decir, de irrupciones imprevistas que desafían la rigidez de un universo determinista. Esas irrupciones no pueden ser “deducidas” a partir de conceptos o a partir de la mera acumulación de antecedentes pasados. Justamente lo propio de un Kairós, es que sucede y porque sucede, nuestra inteligencia y nuestro corazón, se abren a un horizonte trascendente: la libertad existe. Hay algo en el universo que trasciende al propio universo y revela, en el fondo, su consistencia última: el origen de todo no es un mecanismo impersonal, una ley necesaria, una “razón suficiente”. El origen de todo es un Amor que nos precede, que nos sostiene en el ser y que gratuitamente – a través de Jesucristo – nos redime del mal y de la muerte.

¿Qué es el tiempo como Kairós? Es la dimensión cualitativa, significativa y originariamente libre que abraza y da sentido al tiempo como krónos (1). El Kairós, es todo momento de gracia, en el que no sólo sucede algo sorprendente e imprevisible, sino que a través de eso que acontece, logramos advertir que en realidad el tiempo es como la participación de un acto de Amor trascendente que se dilata en el espacio. Todo lo que sucede, entonces, no cae en el vacío de la nada o del olvido, luego de acaecer. Todo posee su sentido último, su relación explicativa, desde ahora, en la acción providente de una Misericordia que nos rescata del nihilismo.

El pontificado del Papa Francisco es un Kairós, es decir, es un “momento de gracia”. El difícil contexto eclesial y social que rodeó a Benedicto XVI parecía devenir en una catástrofe. La renuncia del Papa Ratzinger, sorprendió aún a sus más cercanos adeptos y colaboradores. Y precisamente, esa “sorpresa”, fue el telón de fondo sobre el que aconteció “Francisco”: un obispo argentino, jesuita y fuertemente inmerso en la vida pastoral de la Iglesia en América Latina.

Cuando decimos que el pontificado de Francisco es un Kairós, no deseamos insinuar que esté libre de las fronteras en las que se encuentra todo ser humano. Su testimonio y su palabra están llenos de límite y fragilidad. Sin embargo, no es a pesar de su límite sino precisamente a través de él que una gracia grande está llegando a la Iglesia. La gracia no se conoce directamente sino por sus efectos. No podemos aquí enumerar todo el proceso de renovación personal y comunitaria que se están suscitando gracias a Francisco. Simplemente, anotemos que la renovación del Concilio Vaticano II está alcanzando uno de sus momentos más decisivos gracias a este hombre que ha sido elegido Sucesor de Pedro. A continuación, de manera suscinta, exploraremos algunas de sus raíces y dos de los momentos en que su historia personal ha contribuido a que la Iglesia amplíe su horizonte en fidelidad al evangelio: Aparecida y Evangelii Gaudium.

  1. Los orígenes ignacianos de Bergoglio. 

No es fácil describir el perfil teológico-pastoral de Francisco. Algunos ya lo han hecho de manera amplia y calificada al describir su vida o al presentar su itinerario intelectual (2). Nos concentramos en algunos aspectos estrictamente teológico-filosóficos ya que por un lado suelen ser los menos explorados y por otro nos permiten un esclarecimiento particular. Francisco ha madurado su vocación sacerdotal gracias a la Compañía de Jesús. En algún momento pensó en ser dominico pero la providencia lo acercó a los jesuitas. Dentro de la Compañía pronto descubrió que existían diversas lecturas del propio carisma. La lectura rigorista, legalista y que absorbía la libertad individual en pos de la universalidad era la propia del Epítome del Instituto preparado por el P. Dochowski SJ. Por otra parte, la atmósfera introducida por el Padre Arrupe, Prepósito de la Compañía de Jesús, intentaba conciliar lo universal y lo particular, la norma y la libertad, la gracia y la naturaleza, manteniendo su tensión. La lectura de la revista Christus, la amistad con el P. Miguel Fiorito y el deseo de vivir el camino de los Ejercicios espirituales ignacianos más en clave existencial que ascético-disciplinar lentamente forjarían en Bergoglio un peculiar perfil que le permitirá reconocer en diversos polos en tensión, no un camino para la violencia sino una invitación para el reconocimiento de uno de los tejidos más delicados e importantes de la estructura del mundo y de la lógica de la revelación (3).

Entre 1962 y 1964 Jorge Mario Bergoglio descubre una obra que marcará de manera importante su vida espiritual, su comprensión filosófica y su enfoque teológico para siempre. Nos referimos al libro de Gaston Fessard La dialéctica de los Ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola. (4) Fessard, gracias a su amistad con Alexandre Kojeve, había logrado comprender la dialéctica hegeliana de una manera singularmente aguda. Sin embargo, para Fessard, las tensiones dialécticas que él logra detectar en la estructura de la realidad, las interpreta a la luz de Maurice Blondel y no de alguna modalidad de pensamiento dialéctico-idealista (5). Este es un tema particularmente complejo que ameritaría una explicación amplísima (6). Simplemente, nosotros decimos que para Fessard, siguiendo en ello a Blondel, la acción humana entraña siempre la capacidad de optar por bienes concretos, limitados, y la tensión constitutiva y natural hacia una realidad sobrenatural que cumple y excede la condición humana. Dicho de modo sintético: el ser humano posee un deseo natural de lo sobrenatural, que nunca es exigible sino que acontece como don. Bergoglio no estudia a Blondel directamente. Sin embargo, los temas y problemas blondelianos le llegan a través de Fessard y del P. Miguel Ángel Fiorito. Por ejemplo, Bergoglio meditará el elogio sepulcral ignaciano tal y como Fiorito lo explica inspirándose en Fessard. El texto base es el siguiente: No estar constreñido por lo que es más grande, estar contenido en lo que es más pequeño, ¡esto es divino! (7) Y Bergoglio, por su parte, dirá: Sin retroceder ante lo que es más elevado, plegarse para recoger lo que es aparentemente pequeño al servicio de Dios; o bien, tendiendo a lo que está más alejado, preocuparse de lo que está más cerca. (8) De esta manera, el Papa Francisco, encontrará una clave propiamente espiritual para buscar siempre lo mayor en la dedicación continua por lo más modesto y cotidiano. De algún modo, no son dos cosas que desde la lejanía se tensionan, sino una misma que posee un rostro bifronte: la naturaleza y la gracia, el llamado trascendente de Dios en la singularidad de la circunstancia concreta. De este modo, la dialéctica entre lo grande y lo pequeño, propia de la espiritualidad ignaciana, se torna en una perspectiva que lo abrirá a otras lecturas y autores en las que la “oposición de contrarios” y lo que luego llamará la “tensión bipolar” tendrán un papel central. En el libro de Massimo Borghesi dedicado a rastrear la historia de la configuración intelectual de Bergoglio se mencionará a un autor no identificado pero que desarrolla reflexiones importantes sobre la teología del “como si”, a Karl-Heinz Crumbach, a Gabriel Hevenesi y a otros que le permiten a Bergoglio descubrir que las relaciones entre gracia y naturaleza no son las de dos realidades superpuestas o colocadas una en seguida de otra. En efecto, la común interpretación semipelagiana consistente en pensar que el hombre ha de actuar como si todo dependiera de él y solamente luego, Dios, actúa para premiarlo con su gracia, no es propia del pensamiento del Papa. Al contrario, él descubrirá que en la persona humana real, existe una tensión dialéctica por la que obrar como si todo dependiera del hombre, implica actuar como si él no hiciera nada y Dios lo hiciera todo. Afirmar uno solo de estos polos – la importancia de la acción humana para las transformación personal o social o la acción divina que sostiene y conduce la historia -, destruye la cuestión en su drama y en su misterio.

2. El rechazo de la teología política y la afinidad agustiniana de Bergoglio

Por esto, no será raro que Jorge Mario Bergoglio, ante las coyunturas políticas que le tocará vivir tanto en Argentina como en general en América Latina, no simpatizará ni con los proyectos de cambio político que prometen redención social ni con las respuestas puramente espiritualistas y abstractas. Más aún, la manipulación política de la fe la repugnará de manera especial. Su afinidad natural con el peronismo no le impedirá reconocer que los nacionalistas involucrados en las fuerzas armadas y que colocan consignas como “Cristo vence” en los aviones con los que se busca amedrentar y eventualmente reprimir al pueblo reunido en la Plaza de Mayo de Buenos Aires, mezclan de un modo indebido religión, política y nacionalismo: “no se puede defender al pueblo matando al pueblo”, dirá en el libro-entrevista con el Rabino Skorka (9). Este será el origen de la crítica constante de Bergoglio a la teología política tanto de derechas como de izquierdas.

Hacia 1970, Bergoglio conocerá a Amalia Podetti, filósofa especialista en Husserl, en Hegel y con valiosas intuiciones sobre el pensamiento histórico-político de San Agustín. Ella le ayudará a descubrir que la unidad de la especie humana no es contradictoria a la multiplicidad de culturas, pueblos y formas históricas. Para Podetti, América Latina es una cultura genuinamente cristiana. La síntesis cultural del pueblo latinoamericano expresa una vocación universal desde su propia particularidad cultural. Es desde esta “periferia” del mundo que significa Latinoamérica que el “centro”, puede descubrir un horizonte nuevo. Así mismo, Amalia Podetti dirá que no hay que confundir la Ciudad de Dios con la Iglesia y la Ciudad del Hombre, con el Estado (10). Las interpretaciones de la Ciudad de Dios de San Agustín que no logran captar que las denominadas “ciudades” son estados del corazón humano con un sentido escatológico más que conformaciones institucionales, caracterizan a algunos sectores conservadores argentinos, brasileños y mexicanos, con los que Bergoglio nunca se sentirá identificado. Años después, cuando el Arzobispo de Buenos Aires se acerque al pensamiento de Joseph Ratzinger sobre estos asuntos, descubrirá una afinidad profunda con él (11). Estas preocupaciones continuarán dentro del Pontificado de Francisco. El 4 de marzo de 2019, dirigirá un importante discurso para los católicos comprometidos en la política, en el que citando a San Oscar Arnulfo Romero volverá sobre estas mismas ideas: la organización, las estrategias, no se identifican con la Iglesia. La Iglesia trasciende toda forma de acción política. Más aún, una misma fe, puede dar lugar a compromisos políticos de diverso signo. Sólo así, sin instrumentalizar la fe en la acción política, los católicos pueden ser realmente libres para vivir su fe y al mismo tiempo libres para trabajar apasionadamente por la mejora de las condiciones de vida en este mundo (12). En el fondo: ser católico en la política es una “identidad en tensión” (13). Dios no abandona la acción de los católicos en la política pero en su nombre no deben escudarse los proyectos de transformación del mundo, por sanos que estos sean. Parece fácil afirmar estas ideas. Sin embargo, desde finales de los años sesenta y aún a comienzos de los años noventa, la Compañía de Jesús y otras realidades eclesiales, se encuentran desgarradas entre quienes buscan la transformación revolucionaria para la instauración del Reino y quienes emprenden iniciativas “contra-revolucionarias” para la salvaguarda de la civilización occidental cristiana. Aparentemente opuestos, los grupos católicos de izquierda y derecha radicales, incurren en vicios similares que muestran en lo profundo sus raíces comunes. Agudamente Massimo Borghesi apunta que “el pensamiento antinómico ve en la contradicción entre el mesianismo revolucionario y la cruzada anticomunista de los hombres de uniforme una tragedia sin fin”. En esta dolorosa escisión, “que marca el tiempo histórico, es donde [Bergoglio] forma su pensamiento” (14).

3. La búsqueda de superación de las ideologías y la importancia de la “teología del pueblo”

¿Cómo superar la tentación de la radicalización propia de la guerra fría? ¿Cómo superar los planteamientos ideológicos que por la izquierda y la derecha parecen definir los escenarios? ¿Acaso la solución está en alguna postura de “centro” más o menos equidistante de las realidades en conflicto o en alguna teoría que ofrezca un compromiso más tenue ante el mundo latinoamericano que reclama respuestas? Bergoglio descubre que la superación de la contradicción no se logra por vía de las ideologías aún pretendidamente adjetivadas como “cristianas”. En 1976, luego del asesinato de tres sacerdotes y dos seminaristas en Buenos Aires, escribirá: 

Estamos divididos porque nuestra adhesión a los hombres ha sido sustituida por la adhesión a sistemas e ideologías. Hemos perdido el sentido del hombre y del pueblo concreto con todas sus experiencias históricas y sus aspiraciones más claras. No debemos escuchar solo la llamada de coherencias sistemáticas que pretenden manipular a los hombres sobre la base de sus intereses. El hombre, que es origen, sujeto y fin de toda institución, ha sido absorbido y manipulado por ellas (15).

Esta mirada, se inserta en el contexto de la teología del pueblo, es decir, la versión de la zeología de la liberación elaborada por la “Escuela del Río de la Plata” en la que la opción por los pobres y el reconocimiento de la conflictividad social no cede al socio-análisis marxista sino que lo corrige a través de un enfoque histórico-cultural en el que la relación del “Pueblo de Dios” como corazón del pueblo permite mirar que el sujeto de la liberación cristiana no es una clase social ni una vanguardia ilustrada sino precisamente la comunidad de personas unidas por su historia y su cultura, por su lengua y su religión, por sus valores y por sus sueños de futuro (16). El sujeto de la liberación cristiana no excluye a nadie, pero se basa en la dinámica solidaria y profética de los más pobres y humillados, con los que Cristo se identifica, con los que Cristo se hace presente como un “sacramento” (17). Esta modalidad de “teología” reconoce en la piedad popular, en la fe del pueblo sencillo, un lugar teológico fundamental. Es ahí, en una experiencia empírica concreta de Iglesia en movimiento, y no en una idea abstracta, donde emerge un camino educativo distinto al que ofrecen las ideologías. 

La “teología del pueblo” es una noción polisémica que puede referirse al menos a: a) una cierta praxis pastoral; b) una reflexión en acto segundo sobre esa praxis pastoral; c) los miembros de la primera generación de esta “escuela”; d) todos los que de algún modo en sentido genérico y más allá de la primera generación de esta escuela simpatizamos con este enfoque y sus acentos. En cualquier caso, la teología del pueblo, en sus diversas acepciones reconoce que un grupo de personas, atentos a la enseñanza del Concilio Vaticano II y a la realidad de América Latina, buscan responder sin caer en ideologías de izquierda o de derecha al drama de nuestros pueblos y de nuestras Iglesias. Hombres como Lucio Gera, Rafael Tello, Justino O´Farrell, Guillermo Sáenz, Gerardo Farrell, Juaz Bautista Capellaro y otros serán la primera generación que educó a muchos más. Hoy contamos aún con exponentes importantes de la teología del pueblo en personas como Juan Carlos Scannone SJ, Carlos Galli, Jorge Marío Bergoglio SJ y contamos con una herencia profunda de sus contribuciones en las Asambleas Generales del Episcopado Latinoamericano. Jorge Mario Bergoglio SJ, forma parte de esta atmósfera y llevará en su persona y en sus reflexiones, el legado de esta “escuela”. Ya sea como Provincial de los jesuitas, ya sea como Arzobispo de Buenos Aires o como Pontífice de la Iglesia católica, las intuiciones centrales de la teología del pueblo aparecerán y reaparecerán a lo largo de todo su ministerio. Para Bergoglio, es justo esta manera de mirar a la teología la que permite ir más allá de las ideologías de derecha e izquierda, que como decíamos, en su contradicción y en su simetría, denotan que son hijas de una misma madre: el racionalismo, la Ilustración.

En el pueblo, sobre todo en el más pobre, con todo y sus límites, encontramos una vacuna para el efecto destructor de las ideologías. Durante un retiro en los años setentas Bergoglio dirá: “Lo peor que puede ocurrirle a un ser humano es dejarse arrastrar por las ‘luces’ de la razón…. Nuestra misión, por el contrario, es descubrir las semillas de la Palabra en la humanidad, el logoi spermatikoi.”(18) Estas semillas se hallan en todos lados, entremezcladas con errores e idolatrías. Sin embargo, lo importante es rescatarlas para desde ahí, anunciar el evangelio al que no cree aún. Dicho de otro modo, el Pueblo no es químicamente puro, pero contiene en su entraña una dosis de verdad, de bien, de belleza que lo hace un factor de resistencia al racionalismo univocista y simplificador. En el Pueblo, encontramos al “santo Pueblo fiel de Dios”, como le gusta decir a Francisco hasta el día de hoy. Es fácil hablar de “pueblo” y reincidir nuevamente en un planteamiento ideológico. Por eso, Bergoglio nos dice: “En la Biblia está que nosotros somos un pueblo santo; San Pedro dice: ‘pueblo santo, rescatado por la sangre de Cristo’, y además, se nos invita a ser fieles. (…) La gente que sigue a Jesús, siempre mira a Jesús y a la Virgen, tiene una fidelidad básica direccional… Y poco a poco empecé a hablar del Pueblo santo de Dios, del Pueblo fiel de Dios, y la expresión que más me llena es el ‘santo Pueblo fiel de Dios’ “(19).

¿Qué papel juega, entonces, el Pueblo de Dios en la teología del pueblo? ¿Acaso es un mero objeto de conmiseración? La respuesta es negativa. El Pueblo de Dios es infalible in credendo como señala el Denzinger. El Pueblo es en medio de sus dificultades, alegrías y esperanzas, una suerte de depósito de la fe. Por ello, Bergoglio dice: “Cuando quieras saber qué es la Madre Iglesia, andá al Magisterio… Pero cuando quieras saber cómo cree la Iglesia, andá al pueblo fiel. El Magisterio te enseñará quién es María, pero nuestro pueblo fiel te enseñará cómo se la quiere a María”. (20)

En hombres como Lucio Gera, como Juan Carlos Scannone SJ o como Jorge Mario Bergoglio, existe una muy fundamental desconfianza hacia la ilustración racionalista y sus élites. Las élites racionalistas, lastradas de ideología, con frecuencia creen que pueden arrogarse el poder de determinar cómo debe pensar o actuar el pueblo y por tanto la negación del carácter profético que posee por su pertenencia a Cristo. En la teología del pueblo, la cuestión es muy otra. El papel de la teología es el de expresar reflexivamente la fe de un pueblo en el que Cristo realmente está. La teología del pueblo no rechaza el uso de la inteligencia, no es una claudicación postmoderna en versión latinoamericana. Lo que realiza la teología del pueblo es una reorientación: vuelve a las personas y a sus comunidades, vuelve a mirar con fe que Dios actúa en la historia a través de su Iglesia, vuelve en el fondo a creer que más allá de teorías, el cristianismo es una experiencia antes que un conjunto de conceptos más o menos bien definidos.

4. El encuentro con Methol, con Guardini y con Balthasar

Otras tres fuentes de inspiración ayudan a Bergoglio a perfilar su pensamiento. Por un lado, Methol Ferré, filósofo uruguayo, “tomista silvestre” como gustaba decirse a sí mismo, dialoga en innumerables ocasiones con Bergoglio. Methol ha reflexionado de una manera original sobre la identidad de los pueblos latinoamericanos, ha colaborado en el CELAM y ha asistido a la Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Puebla. A diferencia de muchos otros autores de su tiempo ha logrado descubrir una interpretación analítica y diferenciada de la modernidad a través de Augusto del Noce. Esta lectura le permitirá por una parte evitar las fáciles condenas a los verdaderos progresos reflexivos de la humanidad y por otra hacer una crítica más aguda y sutil de las verdaderas raíces del mundo contemporáneo. Para Methol, América Latina es la realización más relevante de la modernidad barroca, de la modernidad católica, es decir, de un proyecto alternativo al de la Ilustración. La “Patria grande”, por ello, es parte del sueño que es preciso impulsar y fortalecer en el presente y hacia el futuro (21). Bergoglio en 1986 así mismo se encuentra con la obra de Romano Guardini. Este encuentro es relativamente tardío. Sin embargo, significativo. Bergoglio viaja a Frankfurt para hacer su tesis doctoral sobre las oposiciones polares en Guardini. Leyéndolo no sólo amplía sus reflexiones sobre la dialéctica que existe al interior de muchas realidades sino que aprende las razones profundas para hacer una crítica al paradigma tecnocrático y al abuso y distorsión que representa el poder contemporáneo. Francisco dirá en una entrevista a Antonio Spadaro SJ: La oposición abre camino, una calle para recorrer. Hablando en general debo decir que amo las oposiciones. Romano Guardini me ha ayudado con un libro suyo importante para mí sobre la oposición polar. Él hablaba de una oposición polar en la que los dos opuestos no se anulan. Tampoco sucede que un polo destruya al otro. No hay ni contradicción ni identidad. Para él la oposición se resuelve en un plano superior. Sin embargo, en la solución se mantiene la tensión polar. La tensión permanece, no se anula. Los límites han de ser superados sin negarlos. Las oposiciones ayudan. La vida humana está estructurada de forma oposicionista. Y eso es lo que sucede ahora también en la Iglesia. Las tensiones no han de ser necesariamente resueltas y homologadas, no son como las contradicciones (22).

Así mismo, para Bergoglio, Jesucristo no es un concepto o un paquete de valores. Jesucristo es síntesis real de aquello que a veces se aprende de manera puramente conceptual. Es preciso recordar que muchos años después de que Feuerbach publicara su libro sobre La esencia del cristianismo, Romano Guardini se atrevió a afrontar el mismo desafío y escribió un libro con el mismo título, pero que sin embargo, responde a esta cuestión de manera distinta: El cristianismo no es, en último término, ni una doctrina de la verdad ni una interpretación de la vida. Es esto también, pero nada de ello constituye su esencia nuclear. Su esencia está constituida por Jesús de Nazaret, por su existencia, su obra y su destino concretos; es decir, por una personalidad histórica. Algo semejante, en cierto modo, a lo que con estas palabras quiere decirse lo experimenta todo aquel para que el que adquiere significación esencial otra persona. Para él no es ni “la humanidad” ni “lo humano” lo que reviste importancia, sino esta persona concreta. Ella determina todo lo demás, y tanto más profunda y ampliamente cuanto más intensa es la relación. Puede llegarse incluso a que todo: el mundo, el destino y el cometido propio, pasen a través de la persona amada, a que ésta se halle contenida en todo, a que se la vea a través de todo y a que todo reciba de ella su sentido. En la experiencia de un gran amor todo el mundo confluye en la relación yo-tú, y todo cuanto sucede se convierte en un acontecimiento dentro de su ámbito. El elemento personal al que se refiere en último término el amor, y que representa la más elevada entre las realidades del mundo, penetra y determina todo lo demás: espacio y paisaje, la piedra, el árbol y los animales…” (23)

Más adelante dirá: “El momento decisivo en el orden de la salvación es, sin embargo, Cristo mismo. No su doctrina, ni su ejemplo, ni la potencia divina operante a su través, sino simple y escuetamente su persona”. (24) La esencia del cristianismo es Cristo, es decir, una realidad personal irreductible e inderivable. Esto lo podemos decir de manera más abreviada afirmando que el cristianismo es un acontecimiento (Ereignis): es algo que irrumpe como don, no es una exigencia de la historia. Del mismo modo como una persona humana no es cabalmente explicada como persona cuando se extrae su contenido individual y sólo se centra la atención en lo que tiene en común con otros seres humanos, la Persona de Cristo es vaciada de su contenido real cuando sólo se mira su humanidad, su conducta, su gentileza y no se reconoce su especificidad como un sujeto único, irrepetible e insustituible que ingresa dentro de la historia. 

En el esplendor de la verdad que descubro en una Persona, en la belleza de un encuentro, los seres humanos podemos encontrar no sólo la verdad de manera teórica sino la verdad que responde a la vida, es decir, la verdad que nos hace libres. Bergoglio dice:

Al resplandecer en la belleza, la verdad nos regala en esta luz su claridad lógica.

El bien que aparece como bello trae aparejado consigo la evidencia de su deber ser realizado. ¡Cuántos racionalismos abstractos, y moralismos extrinsecistas verían aquí la posibilidad de su curación si se abrieran a pensar la realidad primero como bella, y sólo después como buena y verdadera! (…) El resplandor del encuentro produce ese “estupor” metafísico propio de la revelación humana y divina. (…) Sólo quien se muestra deslumbrado ante la belleza puede iniciar a sus alumnos en el contemplar. Sólo quien cree en la verdad que enseña puede pedir interpretaciones veraces. Sólo quien vive en el bien –que es justicia, paciencia, respeto por la diferencia en el quehacer docente- puede aspirar a modelar el corazón de las personas que le han sido confiadas. El encuentro con la belleza, el bien, la verdad, plenifican y producen un cierto éxtasis en sí mismo. Lo que fascina nos expropia y arrebata. La verdad así encontrada, o que más bien nos sale al encuentro, nos hace libres (25).

Este tipo de ideas brotan de una asimilación personal de algunas de las intuiciones más centrales de la teología de Hans Urs von Balthasar (26). Los trascendentales del ser, – la verdad, la bondad y la belleza- son un camino cognoscitivo y una pedagogía permanente para la evangelización. El cristianismo es un encuentro con una Persona que manifiesta a través de su atractivo la verdad sobre la vida. Este encuentro invita a no hacer prosélitos sino a adherirse a Jesús a través de un afecto, de una rendición libre del corazón sin la cual la fe cristiana se vuelve meramente una metáfora.

5. Jorge Bergoglio y “Aparecida”

Durante la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano Jorge Mario Bergoglio, Arzobispo de Buenos Aires, fungió como Coordinador de la comisión de redacción. Esta experiencia le permitió vivir no sólo de primera mano una experiencia sinodal fraterna en la que obispos de las más diversas procedencias y personalidades tuvieron cita, sino que logró captar el sentir eclesial de la región, ser testigo de las discusiones y de los diagnósticos, y gradualmente, aprender del trabajo de muchos que más allá de él construyen una Iglesia pluriforme en sus distintas diócesis. 

Al escribir estas líneas me pregunto: si hubiese que escoger un par de parágrafos deAparecida que de alguna manera sinteticen las preocupaciones más centrales de Bergoglio ¿cuáles serían? Creo que sin lugar a dudas, los parágrafos 11 y 12 son como un resumen de todo el documento, de su perspectiva fundamental y de su dimensión metodológica. Leámoslos con atención:

La Iglesia está llamada a repensar profundamente y relanzar con fidelidad y audacia su misión en las nuevas circunstancias latinoamericanas y mundiales. No puede replegarse frente a quienes sólo ven confusión, peligros y amenazas, o de quienes pretenden cubrir la variedad y complejidad de situaciones con una capa de ideologismos gastados o de agresiones irresponsables. Se trata de confirmar, renovar y revitalizar la novedad del Evangelio arraigada en nuestra historia, desde un encuentro personal y comunitario con Jesucristo, que suscite discípulos y misioneros. Ello no depende tanto de grandes programas y estructuras, sino de hombres y mujeres nuevos que encarnen dicha tradición y novedad, como discípulos de Jesucristo y misioneros de su Reino, protagonistas de vida nueva para una América Latina que quiere reconocerse con la luz y la fuerza del Espíritu. 

No resistiría a los embates del tiempo una fe católica reducida a bagaje, a elenco de algunas normas y prohibiciones, a prácticas de devoción fragmentadas, a adhesiones selectivas y parciales de las verdades de la fe, a una participación ocasional en algunos sacramentos, a la repetición de principios doctrinales, a moralismos blandos o crispados que no convierten la vida de los bautizados.

Nuestra mayor amenaza “es el gris pragmatismo de la vida cotidiana de la Iglesia en el cual aparentemente todo procede con normalidad, pero en realidad la fe se va desgastando y degenerando en mezquindad”. A todos nos toca recomenzar desde Cristo, reconociendo que “no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva”. 

En efecto, existen un conjunto de nuevas circunstancias latinoamericanas y mundiales que obligan a un replanteamiento. En otro lugar del documento de Aparecida los obispos dirán que:

Vivimos un cambio de época, cuyo nivel más profundo es el cultural (27). 

Esto quiere decir que todo el paradigma, todo el paquete de certezas que dan seguridad a las personas y a los pueblos, y que ha caracterizado a toda una época, hoy se encuentra en proceso de mutación, revisión y regeneración. En medio de este escenario que conlleva importantes dosis de incertidumbre, de lo que se trata es de reproponer el evangelio tomando en cuenta el modo cómo este ha llegado a nuestra historia y la ha conformado desde dentro. Esto no descansa tanto en un plan o proyecto estratégico más o menos genial. No descansa en el perfeccionamiento del “management” pastoral sino en la existencia empírica de verdaderos discípulos y misioneros que aunque no conozcan de estrategias y calidad total se dejen interpelar primariamente por el acontecimiento de Jesucristo, siempre irreductible a cualquiera de sus teorizaciones. Por eso, es un engaño creer que el trabajo pastoral se reduce a la repetición de ciertas fórmulas, de ciertas normas, de ciertos conceptos. Confundir lo esencial cristiano con un conjunto de valores, con una cierta conducta ética, o con un perspicaz discurso teológico es una reducción gnóstica y eventualmente moralista de la fe. Por eso, en Aparecida y luego, posteriormente, el Papa Francisco, no se cansarán de repetir una expresión que proviene de Benedicto XVI y en el fondo de la tradición que atraviesa por Balthasar, De Lubac, Guardini, Kierkegaard y que se remonta a San Agustín y más en el fondo, a toda pastoral auténtica en América Latina y en cualquier parte del mundo: no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o por una gran idea sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona viva. (28)

Pidiéndo perdón por la insistencia nos atrevemos a decir esto mismo de otro modo: el Kerygma no es la ley natural o los “valores cristianos”. Toda la ética basada en la ley natural en su conjunto puede ser una valiosa brújula orientativa pero no provee la salvación. La salvación la trae Jesucristo que murió y resucitó realmente, por ti y por mí. 

El Kerygma no es la proclamación de nuestra coherencia personal. Es el anuncio breve y gozoso de que nuestra incoherencia ha sido perdonada por Alguien más grande que nuestro pecado y nuestra traición.

Así las cosas, la Iglesia no es una comunidad de puros, de cátaros, sino de pecadores que han sido perdonados y que en su propia carne pueden experimentar los signos de la Resurrección. Es precisamente desde esta experiencia que una persona puede comprender en profundidad la invitación a ser discípulos-misioneros, a anunciarse no a sí mismo sino a la acción de Dios al interior de nuestra historia.

6. Francisco proclama “Evangelii Gaudium”

Precisamente, el Papa Francisco continúa y amplía las intuiciones más profundas de Aparecida en Evangelii Gaudium. Esta Exhortación en cierto sentido es la proclamación explícita de la superación de cualquier espiritualidad intimista que en nombre de la cercanía con Dios renuncia a sumergirse en la entraña del mundo. El Papa nos dirá a este respecto:

Nadie puede exigirnos que releguemos la religión a la intimidad secreta de las personas, sin influencia alguna en la vida social y nacional, sin preocuparnos por la salud de las instituciones de la sociedad civil, sin opinar sobre los acontecimientos que afectan a los ciudadanos. ¿Quién pretendería encerrar en un templo y acallar el mensaje de san Francisco de Asís y de la beata Teresa de Calcuta? Ellos no podrían aceptarlo. Una auténtica fe —que nunca es cómoda e

individualista— siempre implica un profundo deseo de cambiar el mundo (29). “Cambiar el mundo” es un concepto muy ambicioso. Francisco no nos desea instalar en una actitud voluntarista que sostiene la vida a partir de frases o de arranques emotivos. Lo que desea es hacer énfasis en que acoger auténticamente el anuncio del evangelio y experimentar una nueva humanidad son dos fenómenos inescindibles: “Desde el corazón del Evangelio reconocemos la íntima conexión que existe entre evangelización y promoción humana, que necesariamente debe expresarse y desarrollarse en toda acción evangelizadora” (30). Por ello, ¡que riesgoso es abrazar a Jesucristo como si solo fuera un mensaje para la vida privada y creer que la transformación del mundo es para otros pero no para nosotros! Francisco si bien reconoce la importante tarea y la especificidad de los fieles laicos no restringe este llamado de servicio sino lo redescubre como una obligación para todos:

¡Qué peligroso y qué dañino es este acostumbramiento que nos lleva a perder el asombro, la cautivación, el entusiasmo por vivir el Evangelio de la fraternidad y la justicia! La Palabra de Dios enseña que en el hermano está la permanente prolongación de la Encarnación para cada uno de nosotros (31).

Francisco cita Mt 25,40; Mt 7,2; Lc 6,36-38 para recordarnos que es imposible concebir la esencia de la identidad cristiana sin responder a la interpelación de los hermanos que sufren necesidad.

Lo que expresan estos textos es la absoluta prioridad de la «salida de sí hacia el hermano» como uno de los dos mandamientos principales que fundan toda norma moral y como el signo más claro para discernir acerca del camino de crecimiento espiritual en respuesta a la donación absolutamente gratuita de Dios (32).

Así las cosas, Evangelii Gaudium no es la enunciación de una “teoría” que eventualmente debe realizarse en una cierta “práctica pastoral”. Evangelii Gaudium es la conciencia reflexiva de un movimiento práctico. Es un “darnos cuenta” de lo que sucede en el Pueblo de Dios que es la Iglesia cuando sigue con fidelidad a Jesucristo. Dios va adelante. El Reino de Dios se anticipa. Francisco lo que hace es ayudarnos a Reconocerlo (33). De hecho, Benedicto XVI también ya lo había señalado con gran fuerza: el mensaje cristiano no es solo “informativo” sino “performativo” (34). No es el recuerdo melancólico de un taumaturgo del pasado, sino el anuncio valiente de que la vida puede ser de otro modo, la vida toda, gracias a la realización ahora y aquí, dentro del tiempo y junto con él, del misterio cristiano. 

El diagnóstico realizado por Francisco en Evangelii Gaudium está acompañado por el amplio capítulo IV dedicado explícitamente a la dimensión social de la evangelización. En él, Francisco muestra cómo la dimensión social de la evangelización no es un añadido posterior o secundario a la buena noticia sobre el Reino. Por el contrario, “lo social” es una dimensión constitutiva de la evangelización. 

Confesar que el Hijo de Dios asumió nuestra carne humana significa que cada persona humana ha sido elevada al corazón mismo de Dios. Confesar que Jesús dio su sangre por nosotros nos impide conservar alguna duda acerca del amor sin límites que ennoblece a todo ser humano. Su redención tiene un sentido social porque «Dios, en Cristo, no redime solamente la persona individual, sino también las relaciones sociales entre los hombres». Confesar que el Espíritu Santo actúa en todos implica reconocer que Él procura penetrar toda situación humana y todos los vínculos sociales (35).

De esta manera, Francisco corrige la frecuente tentación de mirar a la “pastoral social” como un aspecto adyacente, propio de agentes de pastoral inquietos y un tanto revoltosos. Por el contrario, lo que nos recuerda se encuentra en plena continuidad con el Magisterio de Juan Pablo II y de Benedicto XVI. Baste recordar que el primero, en su Encíclica programática Redemptor hominis, colocaba como intuición central que Jesucristo revela al hombre lo que el hombre es y por lo tanto que todo lo humano y todo ser humano es auténtico camino para la Iglesia. Esto tiene una consecuencia importante: toda pastoral posee una cristología y una pneumatología implícitas. Cuando una pastoral prescinde parcial o totalmente de la dimensión social de la evangelización tal y como la Doctrina social de la Iglesia lo enseña, la cristología implícita asume – sin desearlo – una cristología en la que la encarnación es ficticia, inspiracional o tenue. Dicho de otro modo, la cristología docetista reaparece de una forma inédita a través de nuestra omisión. Así mismo, cuando la acción social de los cristianos no se encuentra en el núcleo del anuncio del evangelio, en el fondo, se afirma que el Espíritu Santo se encuentra retraído, que Él no persevera sosteniendo a la Iglesia. Una pneumatología retraída o contraída suele estar asociada a un implícito pelagianismo que desconfía de la acción de Dios y privilegia el esfuerzo de la voluntad y las capacidades organizativas de la Iglesia.

“Evangelizar es hacer presente en el mundo el Reino de Dios” (36). Y el Reino de Dios nos precede. Durante un cierto tiempo expresiones como “construir el Reino” o “extender el Reino” fueron interpretadas en algunos ambientes como sinónimos de acción, de proyecto, de propuesta surgida desde nuestras fuerzas. En sus versiones más problemáticas, “el Reino” se concibió como una suerte de estrategia “vértice-base”, en la que es preciso conquistar prioritariamente a las élites para influir “desde arriba” al cuerpo social. Esta estrategia, en ocasiones revestida de una retórica aparentemente ortodoxa, propone la realización puramente humana de la vida moral como sinónimo de santidad. 

Dicho de otro modo, introduce una dinámica inversa a la que podemos encontrar en Flp 2, 6-11. No es la kénosis de Dios la que nos acerca al Reino sino la constitución de una aristocracia espiritual, un cierto reducto de pureza y corrección. Francisco ha sido sumamente sensible a esta cuestión. Este es uno de los puntos en los que puede percibirse con mayor claridad la continuidad esencial entre él y Benedicto XVI. Precisamente, Joseph Ratzinger, poco antes de ser elegido afirmaba: La tentación de transformar el cristianismo en moralismo y de concentrar todo en la acción moral del hombre es grande en todos los tiempos. (…) Creo que la tentación de reducir el cristianismo a moralismo es grandísima incluso en nuestro tiempo (…) Dicho de otro modo, Agustín enseña que la santidad y la rectitud cristianas no consisten en ninguna grandeza sobrehumana o talento superior. Si fuera así, el cristianismo se convertiría en una religión para algunos héroes o para grupos de elegidos (37). 

La vida cristiana no consiste en la conformación de algún tipo de grupo de élite (económica, espiritual, etc.), en alguna modalidad de acción social organizada, o en la imitación mecánica de algunos rasgos de la conducta de Jesús (38). La vida cristiana es docilidad a la amistad incondicional que nos ofrece una Presencia que salva, que perdona, que restaura, que libera. Presencia real, no metafórica, de Jesús en la Eucaristía, en la Palabra de Dios y en la carne concreta de todos, en especial, de los más pobres (39). 

Este es el contenido del anuncio cristiano. Así es como, “La aceptación del primer anuncio, que invita a dejarse amar por Dios y a amarlo con el amor que Él mismo nos comunica, provoca en la vida de la persona y en sus acciones una primera y fundamental reacción: desear, buscar y cuidar el bien de los demás” (40). La caridad específicamente cristiana surge del amor de Dios por el hombre, y desde ahí, se extiende a todos sin acepción de personas. Y por ello, “la verdadera esperanza cristiana, que busca el Reino escatológico, siempre genera historia.” (41)

7. A modo de conclusión: La vida se acrecienta dándola

Terminamos nuestra reflexión simplemente citando un último texto del Papa Francisco. En estas breves líneas Francisco busca reubicar cuál es nuestro lugar en toda esta aventura. Dicho de otro modo: ¿Tenemos que ver con admiración pero a la distancia la persona y la enseñanza del Papa Francisco? Eso no puede ser. Quien escucha a Francisco de manera lejana, como si le hablara a “otros”, no entiende nada. Francisco nos dice a cada uno de nosotros en Evangelii Gaudiumn n. 10:

«La vida se acrecienta dándola y se debilita en el aislamiento y la comodidad. De hecho, los que más disfrutan de la vida son los que dejan la seguridad de la orilla y se apasionan en la misión de comunicar vida a los demás». Cuando la Iglesia convoca a la tarea evangelizadora, no hace más que indicar a los cristianos el verdadero dinamismo de la realización personal: «Aquí descubrimos otra ley profunda de la realidad: que la vida se alcanza y madura a medida que se la entrega para dar vida a los otros. Eso es en definitiva la misión». Por consiguiente, un evangelizador no debería tener permanentemente cara de funeral. Recobremos y acrecentemos el fervor, «la dulce y confortadora alegría de evangelizar, incluso cuando hay que sembrar entre lágrimas […] Y ojalá el mundo actual —que busca a veces con angustia, a veces con esperanza— pueda así recibir la Buena Nueva, no a través de evangelizadores tristes y desalentados, impacientes o ansiosos, sino a través de ministros del Evangelio, cuya vida irradia el fervor de quienes han derecibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo».

Notas sobre el texto

1 Véase, al menos: B. FORTE, “El tiempo, esplendor de Dios”, en Revista Teología: Revista de la Facultadde Teología de la Universidad Católica Argentina, Tomo XLI, n. 83, año 2004, p.p. 7-17.

2 Cf. A. IVEREIGH, El gran reformador, Ediciones B, Barcelona 2016; M. LÓPEZ CAMBRONERO – F. MERINO ESCALERA, Planeta, Barcelona 2013; A. RUBÉN PUENTE, La vida oculta de Bergoglio, Libros Libres, Madrid 2014; M. BORGHESI, Jorge Mario Bergoglio: una biografía intelectual, Encuentro, Madrid 2018; B. Y. LEE – T. L. KNOEBEL (EDS.), Discovering Pope Francis: The Roots of Jorge Mario Bergoglio’s Thinking, Liturgical Press, Collegeville 2019. 

3 En lo que sigue, seguimos a M. BORGHESI, Jorge Mario Bergoglio: una biografía intelectual, op. cit., Cap. I.

4 Mensajero-Sal Terrae, Colección Manresa, Bilbao 2010.

5 Cf. M. BLONDEL, La acción, BAC, Madrid 1995.

6 Cf. J. C. SCANNONE, La filosofia de la azione di Blondel e l´agire di Papa Francesco, en La Civiltà Cattolica, n. 3969, 2015, p.p. 216-233.

7 La expresión de San Ignacio: “Non coerceri a maximo, contineri tamen a minimo, divinum est”, es comentada en: M. A. FIORITO, “La opción personal de S. Ignacio”, en Ciencia y fe, XII, 1956, p.p. 43-44. Y en Idem, “Teoría y práctica de Gaston Fessard”, en Ciencia y fe, XIII, 1957, p.p. 350-351.

8 J. M. BERGOGLIO – PAPA FRANCISCO, Nel cuore di ogni padre. Alle radici della mia spiritualità, BUR Rizzolli, Milano 2016, p. 282, n. 4.

9 J. BERGOGLIO – A. SKORKA, Sobre el cielo y la tierra, Editorial Sudamericana, Bs. As. 2011.

10 Cf. A. PODETTI, La irrupción de América en la historia, Centro de Investigaciones Culturales, Bs. As.

1981, p. 16.

11 Un lugar en el que se percibe esta influencia es: J. M. BERGOGLIO, “Educare è scegliere la vita”, en Neituoi occhi è la mia parola. Omelie e discorsi di Buenos Aires 1999-2013, p.p. 193 y s.s.

12 Cf. FRANCISCO, Discurso a un grupo de la Comisión Pontificia para América Latina, 4 de marzo de 2019.

13 Cf. J. M. BERGOGLIO, ¨Prólogo” a C. AGUIAR RETES – R. GUERRA LÓPEZ, Católicos y políticos. Una identidad en tensión, Agape, Bs. As. 2006.

14 M. BORGHESI, Jorge Mario Bergoglio. Una biografía intelectual, op. cit., p. 81.

15 J. M. BERGOGLIO-PAPA FRANCISCO, Testimonanza di sangue (CIAS, Bs. As. 1976), trad. It. En Pastorale sociale, Jaca Book, Milano 2015, p. 243.

16 Cf. R. LUCIANI, El Papa Francisco y la Teología del Pueblo, PPC, Madrid 2016; Cf. J. C. SCANNONE SJ, La teología del pueblo. Raíces teológicas del papa Francisco, Sal Terrae, Maliaño 2017.

17 Cf. SAN PAULO VI, “Homilía para los campesinos colombianos”, 23 de agosto 1968.

18 J. M. BERGOGLIO, “Nuestra fe”, en Mente abierta, corazón creyente, p. 28. Originalmente en Meditaciones para religiosos, Ediciones Diego Torres, Bs. As. 1982.

19 Citado por A. Ivereigh, El Gran Reformador, p. 160.

20 J. M. BERGOGLIO, “Una institución que vive su carisma: Apertura de la Congregación Provincial XV”, 2 de agosto 1972, en Meditaciones para religiosos, op. cit.

21 A. METHOL-FERRÉ, Il Risorgimento Cattolico Latinoamericano, CSEO-incontri, Bologna 1983.

22 A. SPADARO, “Le orme di un pastore. Una conversazione con Papa Francesco”, introducción a J. M. BERGOGLIO-PAPA FRANCESCO, Nei tuoi occhi è la mia parola. Omelie e discorsi di Buenos Aires 1999-    2013, op. cit., p XIX.

23 R. GUARDINI, La esencia del cristianismo, Cristiandad, Madrid 2006, p.p. 16-17.

24 Ibidem, p. 45.

25 J. M. BERGOGLIO, “Mensaje a las comunidades educativas”, 23 de abril de 2008.

26 Cf. H. U. VON BALTHASAR, Gloria, Encuentro, Madrid 1997, 7 vols.

27 V CONFERENCIA GENERAL DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO, Aparecida, n. 44.

28 Cf. BENEDICTO XVI, Deus caritas est, n. 1.

29 FRANCISCO, Exhortación apostólica “Evangelii gaudium”, n. 183. Citaremos EG.

30 EG 178.

31 EG 179.

32 EG 179.

33 Véase también: “El Reino que se anticipa y crece entre nosotros lo toca todo y nos recuerda aquel principio de discernimiento que Pablo VI proponía con relación al verdadero desarrollo: « Todos los hombres y todo el hombre ». Sabemos que « la evangelización no sería completa si no tuviera en cuenta  la interpelación recíproca que en el curso de los tiempos se establece entre el Evangelio y la vida concreta, personal y social del hombre».” (EG 181).

34 BENEDICTO XVI, Spe salvi, 2.

35 EG 178.

36 EG 176.

37 J. RATZINGER, “Presentación del libro El Poder y la Gracia. Actualidad de San Agustín” en 30 Giorni, n. 5, 2005.

38 “Este es el horrendo y oculto veneno de vuestro error: que pretendéis hacer consistir la gracia de Cristo en Su ejemplo y no en el don de Su persona”. [SAN AGUSTÍN DE HIPONA, Contra Iulanium, Opus imperfectum].

39 Cf. JUAN PABLO II, Ecclesia in America, n. 12.

40 EG 178.

41 EG 181.