Los Jóvenes y la Iglesia

Por Marifeli Perez Estable

Salí de Cuba a los once años. Hablaba ingles bien pero no encajaba. Era alumna del Sagrado Corazón en La Habana y no podía olvidar a las monjas. Hasta el día de hoy forman parte de mi vida.

No obstante, había cosas que no entendía. Por ejemplo, el ritual anual de entrega de los regalos navideños. Las niñas pobres y nosotras nos veíamos una vez al ano y vestíamos el mismo uniforme. La diferencia evidente era que el nuestro no se arrugaba y el de ellas si.

Cuando llegué a mi casa, le pregunté a mi madre por que las diferencias, pero no me convencieron sus explicaciones. Al fondo, estaban los prejuicios raciales y de clase que caracterizaban a las clases medias y pudientes.

Esas monjas, sin embargo, escucharon a Juan XXIII y cambiaron de rumbo. Varias regresaron a Cuba y no pocas murieron en la Isla. Fueron mujeres ejemplares en la Cuba de los cincuenta y también la Cuba que comenzaba a despertarse. Esas religiosas hicieron su misión desde abajo he ahí su éxito.

A mi juicio, nos guían dos papas: Juan XXIII y Francisco. Ambos representan a la Iglesia que debe ser, la del amor, la caridad, la fe compartida y la alegría de creer en Jesús. Todo lo demás es secundario. Los pobres nos necesitan, pero nosotros a ellos también, entre otras razones, porque nos muestran la sencillez y la transparencia de la fe. 

Los últimos años en este país han sido duros. ¿Como no alarmarse ante esos niños enjaulados y separados de sus padres? ¿Como es posible que los cubanos que fuimos amparados por el Gobierno de Estados Unidos nos lavemos las manos como Poncio Pilato diciendo que lo que esta pasando no tiene que ver con nosotros? 

Afortunadamente se han abierto puertas a sectores de la sociedad que por muchos anos vivieron en silencio. 

Juan XXIII y Francisco nos exigen que abramos nuestros corazones. Parecería fácil pero no lo es. Si queremos que los jóvenes abracen a la Iglesia, la Iglesia debe modificar su lenguaje. De lo contrario, la juventud se nos irá para otra parte.