Papa Francisco: diez años de viaje con los migrantes y refugiados

En su edición digital del 10 de marzo pasado, La Civiltà Cattolica publicó un artículo suscrito por Michael Schopf S.J. y Amaya Valcárcel Silvela que enumeraba los diferentes encuentros del papa Francisco con migrantes, sus gestos y las palabras que les dirigió, predicando y mostrando a «un Dios de justicia y misericordia», y hacía referencia a varios mensajes, declaraciones y sus encíclicas Laudato si  y Fratelli tutti, entre lo que destaca una idea fundamental de la visión del pontífice sobre el tema de la migración: la solidaridad de la que habla la Doctrina Social de la Iglesia no significa una débil benevolencia universal, sino una orientación estructural que asegure la dignidad y desarrollo de la persona humana

Del referido artículo hemos extraído lo siguiente:

 En 2013, en el comedor del Centro Astalli del Servicio Jesuita para Refugiados en Italia:

«Cada uno de vosotros, queridos amigos, lleva una historia de vida que nos habla de dramas de guerras, de conflictos, a menudo ligados a las políticas internacionales. Pero cada uno de vosotros lleva sobre todo una riqueza humana y religiosa, una riqueza para acoger, no para temer. Muchos de vosotros sois musulmanes, de otras religiones; venís de varios países, de situaciones diversas. ¡No debemos tener miedo de las diferencias! La fraternidad nos hace descubrir que son una riqueza, un don para todos. ¡Vivamos la fraternidad!». 

Lampedusa, julio de 2013: la globalización de la indiferencia

«Inmigrantes muertos en el mar, por esas barcas que, en lugar de haber sido una vía de esperanza, han sido una vía de muerte. Así decía el titular del periódico. Desde que, hace algunas semanas, supe esta noticia, desgraciadamente tantas veces repetida, mi pensamiento ha vuelto sobre ella continuamente, como a una espina en el corazón que causa dolor».

Lesbos, abril de 2016: la cultura del encuentro

«He venido aquí con mis hermanos, el Patriarca Bartolomé y el Arzobispo Ieronymos, sencillamente para estar con vosotros y escuchar vuestras historias. Hemos venido para atraer la atención del mundo ante esta grave crisis humanitaria y para implorar la solución de la misma. Como hombres de fe, deseamos unir nuestras voces para hablar abiertamente en vuestro nombre. Esperamos que el mundo preste atención a estas situaciones de necesidad trágica y verdaderamente desesperadas, y responda de un modo digno de nuestra humanidad común».

«Todos sabemos por experiencia con qué facilidad algunos ignoran los sufrimientos de los demás o, incluso, llegan a aprovecharse de su vulnerabilidad. Pero también somos conscientes de que estas crisis pueden despertar lo mejor de nosotros. Lo habéis comprobado con vosotros mismos y con el pueblo griego, que ha respondido generosamente a vuestras necesidades a pesar de sus propias dificultades. También lo habéis visto en muchas personas, especialmente en los jóvenes provenientes de toda Europa y del mundo que han venido para ayudaros».

En su discurso al Primer Ministro, a las autoridades griegas y a la comunidad católica de Grecia, el Papa planteó la cuestión más urgente de dar una solución a la migración, es decir, abordar sus causas profundas: «Para ser realmente solidarios con quien se ve obligado a huir de su propia tierra, hay que esforzarse en eliminar las causas de esta dramática realidad: no basta con limitarse a salir al paso de la emergencia del momento, sino que hay que desarrollar políticas de gran alcance, no unilaterales. En primer lugar, es necesario construir la paz allí donde la guerra ha traído muerte y destrucción, e impedir que este cáncer se propague a otras partes. Para ello, hay que oponerse firmemente a la proliferación y al tráfico de armas, y sus tramas a menudo ocultas; hay que dejar sin apoyos a todos los que conciben proyectos de odio y de violencia. Por el contrario, se debe promover sin descanso la colaboración entre los países, las organizaciones internacionales y las instituciones humanitarias, no aislando sino sosteniendo a los que afrontan la emergencia».

En su mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de 2018, titulado «Migrantes y refugiados: hombres y mujeres que buscan la paz»: 

«¿Por qué hay tantos refugiados y migrantes?», y recordó cómo varios años antes San Juan Pablo II había advertido «el número creciente de desplazados entre las consecuencias de “una interminable y horrenda serie de guerras, conflictos, genocidios, ‘limpiezas étnicas’”»[2]. También señaló cómo, dado que los seres humanos tienen un deseo natural de una vida mejor, la pobreza y la degradación del medio ambiente son factores que impulsan a migrar.

«Si son muchos los que comparten el “sueño” de un mundo en paz, y si se valora la aportación de los migrantes y los refugiados, la humanidad puede transformarse cada vez más en familia de todos, y nuestra tierra verdaderamente en “casa común”».

Homilía en la S. Misa para los migrantes, 6 de julio de 2018. 

«Una política justa es la que se pone al servicio de la persona, de todas las personas afectadas; que prevé soluciones adecuadas para garantizar la seguridad, el respeto de los derechos y de la dignidad de todos; que sabe mirar al bien del propio país teniendo en cuenta el de los demás países, en un mundo cada vez más interconectado».

El mensaje para la 106ª Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, el 27 de septiembre de 2020, tuvo por título: «Como Jesucristo, obligados a huir. Acoger, proteger, promover e integrar a los desplazados internos».