Raíces de la doctrina social católica

Por Alfredo Romagosa

Este artículo trata de trazar a grandes rasgos las raíces de la doctrina social católica desde sus inicios históricos hasta los primeros documentos oficiales (encíclicas) sobre ese tema, reconociendo las figuras claves dentro de su desarrollo. Pensamos que tal recorrido nos puede ayudar a comprender mejor los principios fundamentales de dicha doctrina.

Filosofía sociopolítica del mundo clásico

Los escritos del filósofo griego Aristóteles (384-322 a.C.) y del senador y filósofo romano Cicerón (106-43 a.C.) han servido de base para el desarrollo social y político del Occidente. Ellos incorporaron material de otros autores, pero sus ideas y compilaciones han sido las más importantes. Aristóteles traza el desarrollo de las unidades sociales desde el comienzo, con la relación familiar, hasta la formación del estado, tratando de satisfacer las necesidades humanas naturales. Él también introduce el tema del bien común, o sea, lo que es beneficioso para todos los miembros de una comunidad.¹ El senador romano Cicerón resalta la importancia de la cooperación: 

«No nacemos tan solo para nosotros... nuestro país nos pide su parte... los seres humanos son creados para la humanidad, para que se hagan el bien unos a otros; en esto debemos de guiarnos por la naturaleza, y contribuir a la utilidad general reciprocando obligaciones, a veces recibiendo, a veces dando, cementando la sociedad humana con las artes, la industria y con nuestros recursos» 

El pensamiento clásico asume que los principios de la ética social son asequibles a todos a través del uso de la razón. Pero el aplicar estos principios es otra cosa. Los ejemplos positivos de la democracia de Atenas y la República Romana no se mantuvieron. En el contexto actual de la civilización occidental, las enseñanzas judeocristianas fueron las que reforzaron la civilidad. 

1 Aristotle, Politics, tr. Benjamin Jowett, (Oxford: Clarendon Press, 1908).
2 Cicero, “Offices” [De Officiis] in Three Books of Offices, tr. Cyrus R. Edmonds, mi traducción (New York: Harper and Brothers, 1892), Book 1, Chapter VII, 14-15.

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Los profetas de Israel
Cuando los israelitas se establecen en la tierra prometida después del Éxodo, Dios les requiere que distribuyan la tierra equitativamente, para que todos puedan ganarse la vida: «El Señor hablo a Moisés: Entre todos estos repartirás la tierra en herencia, en proporción al número de hombres. Cada uno recibirá una herencia proporcional al número de registrados» (Números 26:52-54). El sistema económico de Israel, entonces, estaba basado en la propiedad privada de un pequeño terreno. Los profetas condenan a los que violan los derechos y se enriquecen a costa de los menos afortunados: «El Señor viene a entablar un pleito con los jefes y príncipes de su pueblo. Ustedes han arrasado las viñas, tienen en casa lo robado al pobre...» (Isaías 3:14). «¡Ay de los que convierten la justicia en veneno y arrastran por el suelo el derecho, odian al que juzga rectamente en el tribunal y detestan al que testifica con verdad!» (Amós 5:10).

Cristianismo y comunidad
Jesús asume el pensamiento social del Antiguo Testamento. Fustiga a los fariseos, que se suponen sean custodios de la ley por descuidar la justicia: «¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que pagan el impuesto de la menta, del anís y del comino, y descuidan lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe!» (Mateo 23:23). Desde luego, las enseñanzas cristianas se distinguen por la compasión, más allá de la justicia, pero los principios que estamos tratando aquí son cuestión de justicia, y sin justicia la caridad es falsa.  Las ciudades del Imperio Romano cuando surgió el cristianismo eran frecuentemente extensas, y sobrepobladas y compuestas de personas de distintos orígenes nacionales y étnicos, resultando en un prevalente sentido de individualismo e inseguridad. En la práctica, el cristianismo con su práctica de comunidad, proveyó una respuesta a las necesidades de estas gentes. El término que se usaba para denotar la relación entre los miembros de una comunidad cristiana era koinonia (comunión, hermandad). En el uso de estas comunidades, el término significaba el ocuparse de las necesidades de cada miembro de la comunidad. 

Los Padres de la Iglesia
En los primeros siglos del cristianismo, los Padres de la Iglesia establecen claramente el mensaje bíblico de que todos los bienes son de Dios, quien nos los «presta» para el uso justo, como nos dice San Basilio de Cesárea (330-379):

«El problema con los ricos es que son como el hombre que toma asiento en el teatro, y entonces les niega la entrada a otros, usurpando de ese modo, y apropiándose para sí mismo lo que ha sido destinado para el uso común. Los ricos consideran como posesión exclusiva aquellos bienes que han adquirido antes que los demás, por la única razón de haber sido los primeros en adquirirlos»

 Y San Ambrosio de Milán (330-397), aclarando la distinción entre la justicia y la caridad nos dice que no es suficiente dar limosnas a los pobres: «Ustedes, los ricos…. cuando le dan al pobre, no le están dando lo que es de ustedes; más bien, ustedes le están pagando lo que le pertenece al pobre. En verdad, lo que es común a todos, y ha sido a todos para usar».⁴

3 San Basilio de Cesárea, “Sermón sobre la avaricia”.
4 San Ambrosio de Milán, “Sermón sobre Naboth”.

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Santo Tomás de Aquino
Durante la edad media, el fraile dominico Santo Tomás de Aquino (1225-1274) desarrolló una integración muy importante entre la filosofía clásica y la teología cristiana, y también contribuyó un número de ideas y argumentos originales.  Como veremos, su pensamiento social ha sido de gran influencia. El tema social más fundamental de Santo Tomás es el afirmar la naturaleza social del ser humano:

«Pero es propio al hombre el ser animal social y político, que vive entre la muchedumbre más que todos los otros animales: lo cual declaran las necesidades, que naturalmente tiene. Porque a ellos la naturaleza les preparó el mantenimiento, el vestido de sus pelos, la defensa de los dientes, cuernos y uñas, o a lo menos la velocidad para huir; y al hombre solo le dio la razón, para que, mediante ella, con el trabajo de sus manos lo pudiese buscar todo: a lo cual un hombre solo no basta... No es pues posible, que un hombre solo alcance por su razón todas las cosas de esta manera y así es necesario el vivir entre otros muchos, para que unos a otros se ayuden y se ocupen unos en inventar unas cosas, y otros en otras».⁵

Su cita social más reconocida es sobre el derecho a la propiedad, donde distingue dos aspectos. Primero, resalta la necesidad y el valor práctico de la propiedad privada:

«Acerca de los bienes exteriores, dos cosas le competen al hombre. La primera es la potestad de gestión y disposición de los mismos, y en cuanto a esto, es lícito que el hombre posea cosas propias. Y es también necesario a la vida humana por tres motivos: primero, porque cada uno es más solícito en gestionar aquello que con exclusividad le pertenece que lo que es común a todos o a muchos... segundo, porque se administran más ordenadamente las cosas humanas si a cada uno le incumbe el cuidado de sus propios intereses...  tercero, porque así el estado de paz entre los hombres se mantiene si cada uno está contento con lo suyo».⁶

Pero seguidamente aclara el segundo aspecto sobre la propiedad, que el uso de la propiedad no es un derecho absoluto, sino que tiene un aspecto de deber social: «También compete al hombre, respecto de los bienes exteriores, el uso de los mismos; y en cuanto a esto no debe tener el hombre las cosas exteriores como propias, sino como comunes, de modo que fácilmente dé participación de éstas en las necesidades de los demás».

El punto fundamental aquí es que Dios, como creador, es el último dueño de los bienes materiales y los creó para los usos justos de los seres humanos; y aunque la mejor organización para este uso de los bienes es la propiedad privada, las necesidades básicas tienen prioridad. Santo Tomás relaciona la propiedad al concepto del «bien común» que será una constante en el pensamiento social cristiano: «El propósito de la propiedad privada es el Bien Común. Por tanto, podemos legítimamente apropiar lo que “desde el principio era común a todos”, para que el dueño que ha apropiado estas cosas pueda prepararlas para, y compartir con los otros».⁷

Trayectoria escolástica
Las enseñanzas de Santo Tomás se han mantenido vigentes en la historia de la filosofía debido a sus muchos discípulos, en lo que se ha llamado la escuela escolástica o neoescolástica. A esta corriente filosófica se le llama escolástica por haber sido desarrollada inicialmente por las escuelas de teología medievales. Uno de los más importantes de estos discípulos fue el fraile dominico español Francisco de Vitoria ( (1483-1546). Vitoria obtuvo la Cátedra de Teología de la Universidad de Salamanca en 1526, y allí fundó la escuela de pensamiento que lleva el nombre de esta universidad. Se le considera fundador del Derecho Internacional. Luigi Taparelli, SJ (1793- 1862), que estudiaremos más adelante, se puede considerar otro intérprete clave del neoescolasticismo social.

5 Santo Tomás de Aquino,  Tratado de gobierno, Libro I, Cap. I  (Madrid: Benito Cano, 1785), 2-3.
6 Santo Tomás de Aquino, Suma teológica, Segunda Parte, Segunda Sección, Cuestión 66, Articulo 2.
7 Ibidem. 

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Samuel von Pufendorf
El filósofo y jurista alemán Samuel von Pufendorf (1632-1694) era conocedor de las obras de Vitoria, pero desarrolló una metodología diferente sobre la moral social, haciendo menos uso de la metafísica. Pufendorf fue educado en Leyes, y Taparelli lo acusa de depender demasiado de distinciones legales. Por ejemplo, Pufendorf afirma: «Cuando hay algo oscuro en la ley natural, las leyes civiles lo pueden aclarar».⁸ Pufendorf, sin duda, ayudó a aclarar algunas cuestiones sociales y probablemente influenció indirectamente al mismo Taparelli. Para nuestro estudio, es importante reconocer la admitida influencia de von Pufendorf en los filósofos morales escoceses, entre los cuales estaba Adam Smith.

Adam Smith y la economía de mercado
Adam Smith (1723-1790) fue profesor de Filosofía Moral en la Universidad de Glasgow, Escocia, pero es más conocido como el fundador de la ciencia económica, debido a su libro La riqueza de las naciones. Los conceptos económicos básicos de la oferta y la demanda y la competencia en los mercados tienen orígenes muy antiguos, pero el mérito de Smith consistió en codificar y analizar estos principios de una forma coherente y clara, como en su explicación de cómo la oferta y demanda conducen al más eficiente uso de recursos, en vez de que este uso sea planeado por algún gobierno o agencia. Esta economía de mercado es practica para muchos recursos, pero como el mismo admite, su aplicación al pago de trabajadores es problemática: «Un ser humano vive de su trabajo, y su sueldo tiene que ser por lo menos suficiente para mantenerlo. Y en la mayoría de las ocasiones tiene que ser algo más, si no sería imposible mantener una familia, y su raza no perduraría a otra generación».⁹ A veces, se acusa a Smith de ser culpable del abuso de los trabajadores, pero como moralista, el advierte:

«Ninguna sociedad puede ser floreciente y feliz en la cual la mayoría de sus miembros son pobres y miserables. Es justo, además, que aquellos que alimentan, visten y alojan a todo el cuerpo de la población compartan suficiente parte de los productos de su labor para que ellos mismos estén tolerablemente alimentados, vestidos y alojados».¹⁰

Aunque, desde luego, Smith quiere restringir lo más posible la función económica de los gobiernos, no es justo culparlo de la rigidez de algunos de sus discípulos. Smith, por ejemplo, reconoce que los gobiernos deben limitar los monopolios.

Inglaterra y la industrialización
La Revolución Industrial, al atraer a un exceso de trabajadores sin experiencia a los centros urbanos durante la última parte del siglo XVIII, creó una serie de problemas sociales complejos. Estos trabajadores incluían mujeres y niños que trabajaban en condiciones muy insalubres y en exceso de 14 horas diarias. Este proceso se desarrolló en Inglaterra antes que en otros países debido a numerosos factores, y los efectos sociales negativos naturalmente también se experimentaron primero. Al principio, se pensaba que las condiciones se arreglarían solas, siguiendo las funciones económicas naturales, pero al fin se reconoció la necesidad de formular mecanismos legales que protegieran a los trabajadores y estos fueron promulgados por el Parlamento Inglés entre 1802 y 1833.

Precursores
Dos pensadores, Luigi Taparelli, SJ, y Wilhelm von Ketteler, tuvieron la mayor influencia inmediata en la formación de los conceptos sociales católicos que se cuajaron en las primeras encíclicas sociales.  Ellos dos fueron prácticamente contemporáneos y vivieron en distinto países, así que parece que desarrollaron sus ideas independientemente, pero basados en el mismo fundamento principal de los escritos de Santo Tomás de Aquino. 

Luigi Taparelli, SJ
Durante la década de los años 1820, el filósofo jesuita Luigi Taparelli fue rector y profesor del seminario jesuita en Roma.  Entre sus estudiantes estuvo Vincenzo Pecci, el futuro papa León XIII, autor de la primera encíclica social. En su principal obra, Ensayo teórico de derecho natural apoyado en los hechos, Taparelli trata de actualizar la filosofía moral de Santo Tomás y sus discípulos, tratando de exponerla a «la luz de la evidencia». Su contribución más reconocida es el haber sido el primero en usar el término de «justicia social», aunque sin ofrecer una definición concisa:

«La justicia social es para nosotros justicia entre hombre y hombre...  Si se atiende a la sola razón de humanidad, todos los hombres tienen igual derecho a hacer las obras que reputen mejor ordenadas a su propio bien, y nadie puede impedirles que las hagan, ni contradecir el derecho de los otros, sin pecar contra el orden de justicia de que depende este derecho... Todo hombre puede por tanto emplear cuantas fuerzas ha recibido en procurar su verdadero bien, esto es, el bien ordenado mientras no toque al derecho de otro». ¹¹

En otro libro de aplicación social más directa, Taparelli critica el uso exclusivo de la oferta y demanda para determinar los salarios, propone que se aplique a esto la enseñanza de Jesús («Traten a los demás como quieren que ellos los traten a ustedes», Lucas 6:31): «El que compra los brazos del artesano se los pagará al precio que racionalmente quisiera para sí mismo; es decir, de tal manera que sea suficiente para el sustento de un hermano, según el antiguo valor de esta palabra».¹² Y recuerda a Santo Tomás sobre el uso social de los bienes: «El rico, respecto de Dios, es más bien depositario que propietario de las riquezas».¹³

8 Samuel Pufendorf, The Whole Duty of Man, Book 1, Ch. 2, Sections 1-2, pp. 22-23, mi traducción (London, R. Gosling, 1735.
9 Adam Smith, The Wealth of Nations [1776], Book 1, mi traducción (Chicago: Henry Regnery Company, 1953), 101-103.
10 Ibidem, 118.
11 Luigi Taparelli, S.J., Ensayo teórico de derecho natural apoyado en los hechos (Madrid: Imp. de Tejado, 1866), Vol. I, 183-187.
12 Luigi Taparelli,S.J., Examen crítico del gobierno representativo (Madrid: Imprenta de el Pensamiento Español, 1867),  275.
13 Ibidem, 276.

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Wilhelm von Ketteler
Wilhelm von Ketteler (1811-1877) nació en Alemania de una familia de la nobleza y fue obispo de Mainz de 1850 a 1877. Su vocación sacerdotal estuvo motivada desde el principio por su compasión por los pobres. Como obispo, fundó numerosas instituciones benéficas y escuelas vocacionales para los pobres. También apoyó la fundación de organizaciones de trabajadores, asistiendo frecuentemente a sus reuniones. Von Ketteler publicó un número de folletos y libros sobre temas sociales, todos de gran influencia debido a su contexto pastoral. De gran importancia fueron sus seis sermones de Adviento de noviembre a diciembre de 1848. El papa León XIII reconoció su deuda al obispo alemán, sobre el cual dijo «fue mí gran precursor», y «de él fue que aprendí».¹⁴ Una de las contribuciones más importantes de von Ketteler fue la más clara formulación de lo que se conoce come el principio de subsidiaridad, aunque él no usó este término:

«Yo no miro al estado como una máquina, sino como un organismo vivo con miembros vivos, en el cual cada miembro tiene sus propios derechos y su propia vida libre. Estos miembros son los individuos, la familia, la comunidad. Cada miembro inferior tiene libertad de acción en su propia esfera, y disfruta de completa autonomía. Tan solo cuando el miembro inferior del organismo no está en posición de lograr sus metas por sí solo, de resolver un peligro que amenaza su desarrollo, tiene entonces el miembro superior que tomar la responsabilidad, y el miembro inferior tiene que concederle al superior la porción de su libertad que se necesite para lograr las metas».¹⁵

El obispo von Ketteler expresó su motivación para predicar sobre problemas sociales, lo que considera ser una obligación de la Iglesia: equation.pdfToda cuestión que tenga que ver con aliviar los sufrimientos humanos es por lo tanto esencialmente una cuestión cristiana y religiosa en la cual la Iglesia y todos sus miembros vivientes deben de envolverse intensamente».¹⁶ Al principio, el obispo esperaba que los empresarios católicos oyeran su mensaje y aliviaran la condición de los trabajadores, sin que hubiera intervención del gobierno, pero fue defraudado en esto y en su última década apoyó el proceso de reformas legislativas: «El estado tiene que cooperar con legislación sabia».¹⁷  Von Ketteler fue uno de los fundadores del Partido de Centro en Alemania en 1871, de orientación católica, y hasta sirvió brevemente de diputado en el Parlamento de Alemania. Karl Marx (1818-1883) fue su contemporáneo en Alemania. Ellos dos estaban conscientes el uno del otro y de sus contrastes y antagonismos.

Rerum novarum, primera encíclica social
La palabra encíclica viene del griego egkyklios que quiere decir «circular». La palabra se usaba antiguamente en la Iglesia para designar una carta de un obispo a su comunidad. Gradualmente, se empezó a usar exclusivamente para las enseñanzas importantes del papa. El primer escrito oficial de la Iglesia Católica sobre temas sociales fue la encíclica Rerum novarum, publicada por el papa León XIII en 1891. El título, tomado de las primeras palabras del documento en latín quiere decir literalmente «cosas nuevas».  El papa enfrenta el problema laboral de su tiempo:

«Disueltos en el pasado siglo los antiguos gremios de artesanos, sin ningún apoyo que viniera a llenar su vacío, desentendiéndose las instituciones públicas y las leyes de la religión de nuestros antepasados, el tiempo fue insensiblemente entregando a los obreros, aislados e indefensos, a la inhumanidad de los empresarios y a la desenfrenada codicia de los competidores».¹⁸

Los empresarios tienen que tomar responsabilidad de la situación y «no considerar a los obreros como esclavos; respetar en ellos, como es justo, la dignidad de la persona, sobre todo ennoblecida por lo que se llama el carácter cristiano». ¹⁹

Función Económica del Estado
Pero las actuaciones individuales no son suficientes. El papa no acepta el principio de laissez faire («dejen hacer, dejen pasar») y reconoce la función económica del Estado:

«Así, pues, los que gobiernan deber cooperar, primeramente y en términos generales, con toda la fuerza de las leyes e instituciones, esto es, haciendo que de la ordenación y administración misma del Estado brote espontáneamente la prosperidad tanto de la sociedad como de los individuos, ya que éste es el cometido de la política y el deber inexcusable de los gobernantes... y esto en virtud del mejor derecho y sin la más leve sospecha de injerencia, ya que el Estado debe velar por el bien común como propia misión suya».²⁰

14 Rupert J. Ederer, "Introduction" in The Social Teachings of Wilhelm Emmanuel Ketteler, Bishop of Mainz, mi traducción (Washington, DC: University Press of America, 1981), xi.  
15 Wilhelm von Ketteler, "Open Letter of Representative to the General National Parliament" (1848) in William Edward Hogan, ed., The Development of Bishop Wilhelm Emmanuel Von Ketteler Interpretation of the Social Problem, mi traducción (Washington, DC: Cath. University of America Press ,1946), 260.  
16 Wilhelm Von Ketteler, "The Labor Problem and Christianity" (1864) in The Social Teachings of Wilhelm Emmanuel Ketteler, Bishop of Mainz, 309.
17 Wilhelm Von Ketteler, "Religion and the National Welfare" (1876) in The Social Teachings of Wilhelm Emmanuel Ketteler, Bishop of Mainz, 543.
18 Papa León XIII, Rerum novarum, párrafo # 1.
19 Ibidem, párrafo # 15.
20 Ibidem, párrafo # 23.

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El derecho a asociarse
León XIII defiende el derecho a asociarse y específicamente cita el derecho de los trabajadores a organizarse para defenderse mutuamente. El papa les da a las asociaciones una fundación bíblica y afirma la naturaleza social de los seres humanos:

equation.pdfLa reconocida cortedad de las fuerzas humanas aconseja e impele al hombre a buscarse el apoyo de los demás. De las Sagradas Escrituras es esta sentencia: "Es mejor que estén dos que uno solo; tendrán la ventaja de la unión. Si el uno cae, será levantado por el otro. ¡Ay del que está solo, pues, si cae, no tendrá quien lo levante!" (Eclesiastes 4:9-10)... El constituir sociedades privadas es derecho concedido al hombre por la ley natural, y la sociedad civil ha sido instituida para garantizar el derecho natural... puesto que tanto ella como las sociedades privadas nacen del mismo principio: que los hombres son sociables por naturaleza». ²¹

El Derecho a la propiedad
Recordemos que esta encíclica fue escrita en los tiempos de auge de la argumentación socialista en contra de la propiedad privada. León XIII afirma el derecho a la propiedad con palabras sacadas de Santo Tomás de Aquino y usadas también por Taparelli y von Ketteler, y establece claramente que el derecho a la propiedad no es absoluto, sino que tiene también una función social:

«Sobre el uso de las riquezas hay una doctrina excelente y de gran importancia... El fundamento de dicha doctrina consiste en distinguir entre la recta posesión del dinero y el recto uso del mismo. Poseer bienes en privado, según hemos dicho poco antes, es derecho natural del hombre, y usar de este derecho, sobre todo en la sociedad de la vida, no sólo es lícito, sino incluso necesario… Y si se pregunta cual es necesario que sea el uso de los bienes, la Iglesia responderá sin vacilación alguna: En cuanto a esto, el hombre no debe considerar las cosas externas como propias, sino como comunes, es decir de modo que las comparta fácilmente con otros en sus necesidades». ²²

Heinrich Pesch, SJ
Una figura importante durante el período de transición entre las dos primeras encíclicas fue el economista jesuita Heinrich Pesch (1854-1926). Pesch escribió en 1905 el monumental texto Guía para enseñar economía (4000 páginas), el cual cita a Rerum Novarum. La segunda encíclica, Quadragesimo anno, fue escrita principalmente por dos discípulos de Pesch, Oswald von Nell-Breuning, SJ (1890-1991) y Gustav Gundlach, SJ (1892-1963). El tema que se ha identificado más con Pesch es lo que a veces se llama el «solidarismo», que incluye una clara definición del principio de solidaridad:

«Cualquier política social dirigida a elevar las relaciones entre los distintos grupos a un nivel de reciprocidad y de genuina comunidad vital, encontrará firme apoyo en el cristiano principio de solidaridad, de cooperación en la común obligación al objetivo por el cual existe el estado, eso es, la responsabilidad solidaria de todos de buscar el bien común de la nación».²³

Quadragesimo anno
La segunda encíclica, Quadragesimo anno (1931) fue publicada por el papa Pío XI como conmemoración del aniversario de 40 años de la publicación de Rerum novarum. Pío XI empieza sus comentarios alabando la primera encíclica, pero también se lamenta de las críticas infundadas: «No faltaron, sin embargo... quienes mostraron cierta inquietud; de lo que resultó que una tan noble y elevada doctrina como la de León XIII, totalmente nueva para los oídos mundanos, fuera considerada sospechosa para algunos, incluso católicos, y otros la vieran hasta peligrosa».²⁴ Estas críticas han seguido acompañando las encíclicas sociales hasta nuestro tiempo. Aunque el papa no usa el término «solidaridad» en la encíclica, todo el documento respira de este principio. 

El principio de subsidiaridad
La contribución más importante de Quadragesimo anno fue el establecer oficialmente el principio de subsidiaridad, siguiendo el pensamiento de von Ketteler:

«Como no se puede quitar a los individuos y dar a la comunidad lo que ellos pueden realizar con su propio esfuerzo e industria, así tampoco es justo, constituyendo un grave perjuicio y perturbación del recto orden, quitar a las comunidades menores e inferiores lo que ellas pueden hacer y proporcionar y dárselo a una sociedad mayor y más elevada, ya que toda acción de la sociedad, por su propia fuerza y naturaleza, debe prestar ayuda a los miembros del cuerpo social, pero no destruirlos y absorberlos».²⁵

En el próximo párrafo, el Papa por primera vez bautiza el principio, usando el termino de función «subsidiaria» que será utilizado de aquí en adelante como un principio:

«Por lo tanto, tengan muy presente los gobernantes que, mientras más vigorosamente reine, salvado este principio de función "subsidiaria", el orden jerárquico entre las diversas asociaciones, tanto más firme será no sólo la autoridad, sino también la eficiencia social, y tanto más feliz y próspero el estado de la nación».²⁶

21 Ibidem, párrafo # 35.
22 Ibidem, párrafo # 17.
23 Heinrich Pesch, S.J, Ethics and the National Economy, mi traducción (Norfolk VA: IHS Press, 2004), 54.
24 Papa Pío XI, Quadragesimo anno, párrafo # 14.
25 Ibidem, párrafo # 79.
26 Ibidem, párrafo # 80.

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El socialismo
Para al tiempo de esta encíclica se habían dado a conocer los abusos del comunismo soviético, el cual  «enseña y persigue dos cosas, y no oculta y disimuladamente, sino clara y abiertamente, recurriendo a todos los medios, aun los más violentos: la encarnizada lucha de clases y la total abolición de la propiedad privada».²⁷ Pero a Pío XI también le preocupa el llamado socialismo «moderado», ya que las dos malas tendencias tienden a perdurar y estos grupos «no renuncian ni a la lucha de clases ni a la abolición de la propiedad, sino que sólo las suavizan un tanto...».²⁸ Además, la mayoría de estos grupos tienen una orientación materialista y dislocada:

«Más aún, tan grande es la importancia que para ellos tiene poseer la abundancia mayor posible de bienes para servir a las satisfacciones de esta vida, que, ante las exigencias de la más eficaz producción de bienes, han de preterirse y aún inmolarse los más elevados bienes del hombre, sin excluir ni siquiera la libertad».²⁹

La "dictadura" del mercado absoluto
Durante el tiempo de Pío XI, ya habían comenzado los argumentos contra la doctrina social católica basados en interpretaciones distorsionadas de las teorías económicas de Adam Smith. Pero también se habían demostrado las limitaciones de estas interpretaciones durante la Gran Depresión mundial en la década de los años 1930. En su encíclica, el papa ofrece una discusión muy completa y no muy conocida sobre la mala aplicación de los principios de la economía de mercado:

«Pues de este principio, como de una fuente envenenada, han manado todos los errores de la economía "individualista", que, suprimiendo, por olvido o por ignorancia, el carácter social y moral de la economía, estimó que ésta debía ser considerada y tratada como totalmente independiente de la autoridad del Estado, ya que tenía su principio regulador en el mercado o libre concurrencia de los competidores, y por el cual podría regirse mucho mejor que por la intervención de cualquier entendimiento creado.

Mas la libre concurrencia, aun cuando dentro de ciertos límites es justa e indudablemente beneficiosa, no puede en modo alguno regir la economía, como quedó demostrado hasta la saciedad por la experiencia, una vez que entraron en juego los principios del funesto individualismo».³⁰

Pío XI continúa este tema en un párrafo dedicado a los posibles remedios a los problemas sociales con una exhortación tan completa que pensamos que nos sirve de conclusión a este artículo:

«Ante todo, para evitar los escollos tanto del individualismo como del colectivismo, debe sopesarse con toda equidad y rigor el doble carácter, esto es, individual y social, del capital o dominio y del trabajo. Las relaciones mutuas entre ambos deben ser reguladas conforme a las leyes de la más estricta justicia, llamada conmutativa, con la ayuda de la caridad cristiana. La libre concurrencia, contenida dentro de límites seguros y justos, y sobre todo la dictadura económica, deben estar imprescindiblemente sometidas de una manera eficaz a la autoridad pública en todas aquellas cosas que le competen.

Las instituciones públicas deben conformar toda la sociedad humana a las exigencias del bien común, o sea, a la norma de la justicia social, con lo cual ese importantísimo sector de la vida social que es la economía no podrá menos de encuadrarse dentro de un orden recto y sano».³¹

27 Ibidem, párrafo # 112.
28 Ibidem, párrafo # 116.
29 Ibidem, párrafo # 119.
30 Ibidem, párrafo # 88.
31 Ibidem, párrafo # 110.

Alfredo Romagosa is the Director of Education of the Pedro Arrupe Jesuit Institute. He has also taught theology classes at the Southeast Pastoral Institute and the Lay Ministry program of the Archdiocese of Miami, and is an engineering consultant. He has degrees in Electrical Engineering from Marquette University, a Master of Science from the University of Miami, and a Master of Arts in Religious Studies from Barry University.