Ensayo en aproximación
DR. SIXTO J. GARCÍA
“¿Creen que he venido a traer paz sobre la tierra? No, en verdad, no la paz, sino la división” – Lucas 12: 51
“La auténtica medida de la calidad de vida de una sociedad se halla en la atención que prodiga a sus miembros más vulnerables” Mahatma Gandhi; cf. también: USCCB, “Economic Justice for All,” 319)
“Una Iglesia que no provoca crisis, un Evangelio que no perturbe, una Palabra de Dios que no irrite, una Palabra de Dios que no toca el pecado real de la sociedad en la cual se proclama – ¿qué clase de Evangelio es ese? San Oscar Romero
Las citas de Gandhi y de Oscar Romero nos ayudan a formar un contexto temático para nuestras reflexiones. Son, a la vez, el corazón palpitante de la pasión por la justicia y la compasión que definen el Evangelio, y, a la vez, una apologética contra el argumento, pedestre y absurdo – nacido de la ignorancia y del instinto visceral de proteger privilegios – escuchado en boca de muchos: “La Iglesia no debe meterse en política, la Iglesia debe ocuparse solamente de salvar almas.”
Hay dos argumentos teológicamente centrados que exigen consideración:
1) La tradición de los escolásticos medievales hacía una distinción entre el “actus homini,” la acción casual, carente de intención comunitaria o social y el “actus humanus” la acción que emplaza la totalidad de la persona, su mente, voluntad y afecto – una acción libre, definida por un propósito y una meta determinada, una acción guiada por un criterio e impulso moral – Toda acción humana que afecte, de un modo u otro, la “polis,” la comunidad socio-política, cae bajo la rúbrica de “actus humanus,” tiene un signo moral, y, por lo tanto, no es solamente el derecho, sino el deber de la Iglesia de proclamar su magisterio sobre el mismo.
2) El gran maestro de Salamanca, Francisco de Vitoria, O.P. (1483-1546), el fundador del “ius Gentium” (el derecho internacional), nos da 3 definiciones de teología, las cuales pueden ser resumidas en la primera: “El oficio y el servicio de la teología es tan vasto, que ningún argumento, ninguna disputa, ningún tema parece ajeno a su profesión” (Francisco de Vitoria, “De potestate civile” – (Francisco de Vitoria, “De potestate civile,” I. 1. 1) – Ningún asunto ni tema ni condición sociopolítica humana es ajeno al quehacer y compromiso de la teología – y, por ende, podríamos añadir, del auténtico magisterio de la Iglesia.
3) El Concilio Vaticano II fundamenta esta perspectiva en el Misterio de la Encarnación, el “perisson” (lo extraordinario, lo “más allá” del amor de Dios – cf. Mateo 5: 20, 47): “El mismo Hijo de Dios, con su encarnación, se ha unido, en cierto modo, a todo hombre (ser humano). Trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre . . . ” (“Gaudium et Spes,” 22)
4) La misma constitución GS añade, en un texto clásico: “Se alejan de la verdad quienes, sabiendo que nosotros no tenemos aquí una ciudad permanente, sino que buscamos la futura, piensan que pueden por ello descuidar sus deberes terrenos . . . No deben oponerse falsamente entre sí las actividades profesionales y sociales, por una parte, y la vida religiosa, por la otra” –
PROPÓSITO DE ESTE ENSAYO
Me propongo reflexionar acerca de cómo la teología política, entendida como reflexión racional y coherente sobre la actualización de la Revelación de Dios en la dinámica política y comunitaria de la sociedad humana, fundamenta los tema principales de la Doctrina Social Católica: la dignidad humana, el Bien Común, el destino universal de los bienes de la Creación, el carácter legítimo pero secundario y subordinado de la propiedad privada, las opciones morales políticas, etc.
EN LAS FUENTES: PUEBLO, BIEN COMÚN, LEY
Platón (428-348 A.C.) en su diálogo “La República” (II, 379ª) y su discípulo Aristóteles (384-322 A.C.) en su “Metafísica” (E I, 1026ª19; B4, 1000ª9) son probablemente los primeros en usar los vocablos “teólogos” (teólogo), “theologia” (teología), “theologikos” (teológico) – Partiendo de esta perspectiva netamente teológica, Aristóteles nos dice que “La Ciudad-Estado existe por naturaleza (“physei”) . . . porque la Ciudad-Estado es el fin de las otras comunidades, y la naturaleza (“physis”) es un fin en sí misma . . . De todo esto, es claro que la Ciudad Estado es un desarrollo natural (“physei) y que el hombre es, por naturaleza (“physei) un animal político (“anthropos physei politikon zoon”) – “Política,” I.1. 8-9
Aristóteles apunta a uno de los conceptos claves en la Doctrina Social Católica: el Bien Común de la comunidad política: “Seguramente los sabios tienden a organizar sus asuntos en la dirección de la mejor meta (el Bien Común) – y esto se aplica tanto al Estado colectivamente como al ser humano individual” – “Política,” VII. 2. 4; Cicerón (106-43 A.C.) sondea este tema: “El Bien Común es propiedad del pueblo. Pero un pueblo no es cualquier colección de seres humanos congregados de cualquier manera, sino una asamblea de gente numerosa, vinculados por un acuerdo respecto a la justicia y una colaboración para el Bien Común (“De Re Publica,” I. 25. 39).
San Agustín (354-430) hunde su mirada más aún en la idea del Bien Común: “Los que mandan no les mandan (al pueblo) por afán de dominio, sino por su obligación de mirar por ellos; no por sobresalir, sino por un servicio lleno de bondad” (“La Ciudad de Dios,” XIX, 14) . . . Un pueblo es el conjunto multitudinario de seres nacionales asociados en virtud de una participación concorde en intereses comunes” – en otras traducciones: “concordes en el mismo amor” (“La Ciudad de Dios,” XIX, 24)
Santo Tomás de Aquino toma esta rica herencia para desarrollar una impresionante teología política: toma como punto de partida la dinámica ontológica del ser humano hacia Dios: “En todo acto del conocer, el sujeto cognitivo conoce a Dios implícitamente, en todo lo que conoce . . . Todo lo que puede amar, ama a Dios implícitamente” (“De Veritate,” q. 22 a. 2) – De aquí surgen su genial vínculo entre la ley y el Bien Común: “El fin de la ley es el Bien Común” (“Summa Theologiae,” I-II q. 96 a. 1), y la relación de ésta con la Ley Natural: “La forma de participación de la creatura racional en la ley eterna es lo que se llama ´ley natural´ . . . La ley natural no es otra cosa sino el sello de la luz de Dios en nosotros” (“Summa Theologiae,” I-II q. 91 a. 2)
El genio de Francisco de Vitoria (cf. arriba) yace en su diestra y luminosa actualización de la teología de Santo Tomás como respuesta y comentario a los problemas sociales y políticos del siglo XVI. Recoge lo anterior para definir la autoridad política: Vitoria plantea que toda autoridad política procede de Dios, y se le da al pueblo . . . En diferentes formas, el pueblo delega la autoridad política al gobernante (“De potestate civili,” 2-5)
PROPIEDAD PRIVADA, DESTINO UNIVERSAL DE TODOS LOS BIENES
La tradición teológica de la Iglesia nos presenta testimonios singularmente proféticos y subversivos, profética y subversivamente duros: San Ambrosio resume el pensamiento de los Padres de la Iglesia de forma inequívoca: “Cuando le das a los pobres, no les estás dando lo que es tuyo, más bien, les estás devolviendo lo que les pertenece . . . La tierra le pertenece a todos, y no solamente a los ricos” . (“Sermón sobre Naboth”).
Santo Tomás argumenta este tema con rigor sistemático: “El propósito de la propiedad privada es el Bien Común. Por lo tanto, podemos legítimamente apropiar para nosotros lo que era común desde el comienzo, para que el dueño que lo ha apropiado pueda hacer estos bienes idóneos para ser compartidos con otra gente” (“Summa Theologiae, II-II q. 66 a- 2) . . . La última justificación para la propiedad privada es la justicia ´general´, es decir, las ventajas que dicha propiedad privada pueda acarrear al Bien Común” (ibid)
El magisterio pontificio de nuestra época ha ratificado esta sabiduría común de la tradición teológica cristiana. San Juan Pablo II asevera: “Los bienes de este mundo están destinados a todos. El derecho a la propiedad privada es válido y necesario, pero no anula el valor de tal principio. En efecto, sobre ella grava una hipoteca social, es decir, posee, como cualidad intrínseca, una función social fundada y justificada por el principio del destino universal de los bienes” (“Sollicitudo Rei Socialis,” 42) – El papa Francisco ahonda en este tema: “La tradición cristiana nunca reconoció como absoluto o intocable el derecho a la propiedad privada” (“Laudato Si,” 93).
OPCIONES MORALES:
A la luz de todo lo anterior, creo que es lícito abordar directamente la cuestión neurálgica que agobia (o confunde) a tantos católicos hoy en día. La pregunta puede formularse como sigue:
¿Puede un católico, en buena conciencia, votar por un candidato que apoye o endorse ciertas leyes o normas que promueven una práctica intrínsecamente inmoral o mala? – o, para verbalizarlo en su forma más común, ¿puede un católico fiel, en buena conciencia, votar por un candidato que tolere, endorse o apoye en cualquier forma la práctica del aborto? – Es clave citar la opinión de los obispos de EEUU:
“Los católicos se enfrentan a situaciones difíciles en las opciones electorales. Por esta razón es importante votar según la guía de una conciencia bien formada capaz de percibir la correcta relación entre los bienes morales. Un católico no puede votar por un candidato que apoya una posición que promueve actos intrínsecamente inmorales, como el aborto, la eutanasia, el suicidio asistido, o sometiendo deliberadamente a los obreros a condiciones de vida pobres o subhumanas . . . o conducta racista, si la intención del votante es apoyar esa posición (énfasis mío) . . Pueden ocurrir instancias en las cuales un católico que rechaza las posiciones inaceptables de un candidato, incluso cuando apoya un acto intrínsecamente malo pueda decidir votar por ese candidato por razones moralmente graves . . . ” (Forming Consciences for Faithful Citizenship: A Call to Political Responsibility from the Catholic Bishops of the United States”) – cf. Marciano Vidal, “Orientaciones Éticas para Tiempos Inciertos,;” Bernhard Haering, “Free and Faithful in Christ”)
La historia de la teología moral cristiana sustenta esta enseñanza de los obispos de EEUU. Sto. Tomás de Aquino aplica este principio a la tolerancia de la prostitución en ciertos casos: “También en los gobiernos humanos, aquellos que poseen autoridad, toleran con todo derecho ciertos males, para evitar perder ciertos bienes, o incurrir en males aún mayores: así, afirma Agustín (“De ordine,” II, 4): ´Si eliminas a todas las prostitutas, el mundo se vería convulsionado por la lujuria´” (“Summa Theologiae,” II-II q. 10 a. 11).
Tristemente, para muchos católicos la cuestión del aborto los mueve a hacer opciones electorales basadas en un solo criterio moral (es decir, en inglés: los convierte en “one-issue voters”) – Pero los textos de la tradición arriba citados nos dicen que la cosa no es tan simple: existen otras preguntas y temas de graves consecuencia morales. El papa Francisco la articula con luminosa claridad: “Suele escucharse que, frente al relativismo y los límites del mundo actual, sería un asunto menor la situación de los migrantes, por ejemplo. Algunos católicos afirman que es un tema secundario al lado de los temas ´serios´ de la bioética. Que diga algo así un político preocupado por sus éxitos se puede comprender; pero no un cristiano . . . ¿Podemos reconocer que es precisamente eso lo que nos reclama Jesucristo cuando nos dice que a él mismo lo recibimos en cada forastero?” (“Gaudete et Exsultate,” 102)
Se hace patente, por lo tanto, que un católico fiel puede votar por un candidato cuyo programa político incluya un apoyo o respaldo al aborto, si hacerlo así puede promover o salvaguardar un bien moral mayor, moralmente grave en conciencia (la protección, la compasión, el compromiso con los pobres, hambrientos, víctimas del racismo, etc, – ¡problemas de igual gravedad moral que el aborto!), y no implique un apoyo del votante a dicha posición moralmente errónea.
CONCLUSIÓN:
La Doctrina Social de la Iglesia, nacida de la Teología Moral, fluye de los dos cauces del testimonio de las Escrituras y de la Tradición de la Iglesia, cuya única fuente es el Dios Trinitario (cf. “Dei Verbum,” 7-10) – En definitiva, fluye del Evangelio proclamado por Jesús, del Evangelio que es Jesús mismo . . .
La persona y la predicación de Jesús son subversivas, provocadoras, incómodas, irritantes . . . Tanto en cuanto inviten a un compromiso con la justicia, la compasión, la dignidad humana, inducen, inevitablemente, a división y a persecución (Francisco, “Gaudete et Exsultate,” 92) – El discernimiento moral de las opciones políticas conlleva división, no unidades prostituidas! – ¡El cristiano católico está llamado a vincular su identidad de discípulo misionero (cf. Francisco, “Evangelii Gaudiium,” 120) con la subversión, el riesgo, la persecución que siempre conlleva el seguimiento de Jesús – y actualizarlo en su ineludible compromiso político, con el Bien Común, con el resplandor luminoso de la imagen y semejanza de Dios (Génesis 1: 26) que luce en el corazón de cada ser humano!