DEL VATICANO II A FRANCISCO

ANTECEDENTES

 

Al terminar la Segunda Guerra Mundial, la Iglesia Católica confrontaba desafíos de singular gravedad.  Por un lado, y en algunos lugares, se había ubicado estratégicamente junto a un pensamiento socialmente conservador y a los grandes capitales; mientras que por el otro, trataba de volver a las fuentes del Evangelio. Por un lado, la posición de los jerarcas de la Iglesia Católica en España que casi por unanimidad apoyaban a Franco, unido esto a la posición de  tolerancia, de muchos católicos en Europa, ante la persecusión de los judíos (posición que en algunos casos resultaba totalmente cómplice con los que los perseguían) contrastaba con los esfuerzos de los curas obreros de llegar a los más pobres, o con los ejemplos de santidad de un Charles de Foucault, o de una Dorothy Day; de Maximilian Kolbe o de Salvador Montes de Oca, Obispo venezolano y cartujo fusilado en Italia por los alemanes por esconder fugitivos del nazismo.

 

El mundo de la post-guerra, a su vez, tenía sus propios retos: re-construir sus estructuras sociales y económicas, devastadas por la guerra, bajo la sombra ominosa de una amenaza creciente de extinción nuclear, el  re-pensar los sistemas democráticos, ahora amenazados por nuevos totalitarismos, el deseo de solidaridad en un mundo cada vez más pluralista, nuevos campos de investigación científica, la llamada revolución sexual, etc.

Muchas veces esto se concretó en movimientos como los beatnicks, representantes de la Beat Generation y precursores de los hippies. Este neo hedonismo alejó de Dios a grandes contingentes de católicos y los apartó de la Iglesia.  Especialmente a los jóvenes y fundamentalmente en Europa.

 

Fueron momentos tensos porque el catolicismo conservador, que no quería cambios, contrastaba con la realidad sociopolítica del planeta y con pensamientos, que como los de Teillard de Chardin, Louis-Joseph Lebret, Henri de Lubac, Karl Rahner, Giorgio La Pira, Hans Kung o Jaques Maritain, clamaban por un cambio profundo dentro de la misma Iglesia.

 

El papa Juan XXIII discernió que el mundo moderno se alejaba con rapidez vertiginosa de la vida de la Iglesia – la clase obrera, el mundo social y político, el mundo de las artes, el ámbito de las ciencias, etc., consideraban a la Iglesia cada vez más irrelevante. Había que re-pensar la identidad y la misión de la Iglesia a la luz de las nuevas teologías, de las ciencias humanas, de las exigencias contemporáneas – Con vistas a este empeño, convocó el Segundo Concilio Ecuménico del Vaticano (Vaticano II), el vigésimo primer Concilio Ecuménico en la historia de la Iglesia.

El Concilio pretendía promover la fe católica, renovar la vida religiosa de los fieles, adaptar la Iglesia a los tiempos modernos y lograr una mayor interrelación con otras religiones. En resumen, el “aggiornamiento”. Pero también planteó la necesidad de volver a las raices.

 

El Concilio pretendía decirle al mundo, a todas estas clases obreras, sociales, científicas, etc., que tienen en la Iglesia una comunidad de apoyo, un amigo, no un enemigo. Intentaba igualmente poner a la Iglesia “al día” (el “aggiornamento”), a todos los niveles, y revelar su auténtico rostro a los cristianos y al mundo.

El Concilio comenzó con ciertas anécdotas que indicaban que el evento sería algo distinto. Al establecer el orden jerárquico en la puesta en escena, los patriarcas de las Iglesias Orientales se sentaban al mismo nivel que los cardenales.  Pero esos patriarcas indicaron que, si había un orden, ellos estaban al nivel del Papa, que era el Patriarca de la Iglesia de Occidente.  El desencuentro se resolvió sentando a los Patriarcas en un segundo nivel y dejando a los cardenales en un tercero.

 

A este evento se invitaron a los más connotados teólogos católicos de esa época tales como:  Yves Congar, Hans Kung, Henry de Lubac, Karl Rahner, Dominique Chenu, Jean Danielou y Joseph Ratzinger (futuro Papa Benedicto XVI)  asi como importantes miembros de las comunidades protestantes y ortodoxas.

 

 

ALGUNOS LOGROS DEL CONCILIO VATICANO II

 

El Concilio, en su Constitución “Sacrosanctum Concilium,” renovó la liturgia, proponiendo ciertas normas, como el uso del vernáculo, y, sobre todo, profundizando en la teología y la espiritualidad de la liturgia vinculando más estrechamente la celebración de la Palabra con la celebración del pan eucarístico.

 

Proclamó a la Iglesia defensora de los derechos del hombre.

 

El Vaticano II promulgó 4 Constituciones, 9 Decretos y 3 Declaraciones. Se publicó el 7 de diciembre de 1965, el día antes de la clausura del Concilio.    Las 4 Constituciones fueron los documentos más doctrinalmente importantes del Vaticatno II.  La “Gaudium et Spes” explicaba las posiciones que los padres conciliares habían sostenido sobre la Iglesia y el mundo contemporáneo y se presentó, antes de ser aprobada, hasta en las Naciones Unidas. En la votación final recibió 2,309 votos a favor, 75 en contra y 10 nulos.

 

Esta constitución propuso limitar la dimension clerical el concepto clericalque dominaba la Iglesia en ese momento, redescubriendo al laicado, y delineando un ecumenismo que no solo se refirió a las Iglesias Orientales sino a todas las otras iglesias que surgieron con la Reforma Protestante.

 

Reafirmó que la Iglesia es una institución jeráquica en la cual los fieles deben tener mayor participación e importancia.  Dentro de la Iglesia, a partir de ese momento, el laico deja de ser objeto para ser sujeto  ratificado esto con definiciones claras sobre sus atribuciones.

 

La “Gaudium et Spes” replanteó los temas claves de la pastoral de la Iglesia cara a cara al mundo contemporáneo entre otras:

 

  • La dignidad de la persona humana (GS 12-18)

 

  • La urgente cuestión del ateísmo (GS 19-22)

 

  • La relación de la Iglesia con el mundo actual (GS 40-45)

 

  • La relacióncon la justicia social (GS 63-72)

 

  • Autonomía de los fieles para sus legítimas opciones (Gaudium et spes, 43).

 

  • La dignidad de la conciencia rectamente formada y de sus libres decisiones, incluso en materia religiosa (Gaudium et spes, 41). –

 

  • La autonomía de los valores “entre los que se cuentan el estudio de las ciencias y la exacta fidelidad a la verdad en las investigaciones científicas” (Gaudium et spes, 62)

 

  • La justa libertad y legítima autonomía “para que las artes y las disciplinas gocen de sus propios principios y de su propio método, cada uno en su propio campo; autonomía legítima de la cultura, y especialmente de las ciencias” (Gaudium et spes, 59).

 

  • La autonomía de las ciencias que investigan “las disposiciones naturales del hombre, sus problemas, sus esfuerzos por conocerse mejor y por superarse” (Gaudium et spes, 62).

 

  • La autonomía de los métodos teológicos y de las exigencias internas de la ciencia sagrada y “para que puedan llevar a término su tarea, debe reconocerse a los fieles, clérigos o laicos, la debida libertad de investigación, de pensamiento y de hacer conocer –humilde pero valerosamente– su manera de ver en el campo de su competencia” (Gaudium et spes, 62).

 

  • la legítima pluralidad de opiniones temporales discrepantes” que exige “respetar a los ciudadanos que, incluso en grupos o partidos políticos, defienden lealmente su manera de ver” (Gaudium et spes, 75).

 

En la Constitución “Dei Verbum” sobre la Revelación, el Vaticano II re-piensa más profundamente la intimidad entre Escritura y Tradición, reitera la frase de León XIII, “la Escritura debe ser el alma de toda teología” (“Dei Verbum,” 24) y exhorta al Pueblo de Dios a “alimentarse del pan de la Palabra”

 

 

¿QUÉ HA PASADO DESPUÉS DEL CONCILIO?

 

Inmediatamente comenzaron las disidencias.  Pocas públicas, muchas internas.

 

Las públicas, como la de la Sociedad de San Pio X, encabezada por el Arzobispo Marcel Lefevre, rechazaba la sustitución de la misa tradicional en latín, por la misa nueva en los idiomas vernáculos. Alegaba que, al ser propuestas las modificaciones a la misa tridentina tradicional por una comisión de pastores protestantes, esas modificaciones no debían ser aceptadas.

 

Otras críticas le quitaban legalidad al Concilio, ya que el anterior, el Concilio Vaticano I, nunca había concluido formalmente.

 

Todas estas posiciones disidentes fueron rechazadas enfáticamente por Paulo VI, que fue el sucesor de Juan XXIII y el papa que clausuró el Concilio.

 

Pero la gran controversia no se dio en público. Se dio a nivel de párrocos, obispos y fieles.  Unos consideraban que Juan XXIII era un revolucionario y que el Concilio había dado pie a que un pensamiento radical se consolidara dentro de la Iglesia, un pensamiento que se alejaba de la posición doctrinariamente estable que el papado había logrado mantener por siglos en una isntitución tan compleja.

 

Otros pensaban que el “aggiornamiento” era algo necesario.  Que el clericalismo debía ceder ante el concepto de una Iglesia más acorde con el Evangelio, signada por participación, la caridad y la justicia.

 

APARECIDA

 

En medio de esta discusión soterrada, el 13 de mayo del 2007 y en el lugar más católico de la tierra, que es América Latina, El CELAM, la conferencias de sus obispos  convocaba la V conferencia regional en la ciudad brasileña de Aparecida, bajo los auspicios de Benedicto XVI.

 

Ya antes el CELAM había convocado cuatro conferencias, la primera en Río de Janeiro, 1955, previa al Concilio Vaticano II; la de Medellín, en 1968, después del Concilio y de gran repercusión en la Iglesia; después vino Puebla, 1979; y Santo Domingo, 1992

 

En el documento final de Aparecida quedaban plasmadas posiciones muy específicas  como es que los miembros de la Iglesia deben ser discípulos y misionerosde Jesucristo para que nuestros pueblos, en Él, tengan vida´ – Aparecida  reiteró y amplió los temas de la opción preferencial por los pobres, la religiosidad popular, la Nueva Evangelización y “avanzar en el diálogo ecuménico”, que ya se habían señalado en “Gaudium et spes”.  Pero las resoluciones iban mucho más allá cuando planteaban la lucha de la Iglesia contra el narcotráfico, contra el enriquecimiento ilícito, contra la corrupción, a favor de la participación de la mujer en la sociedad y “en la Iglesia”, y a favor de mantener la opción preferencial y evangélica por lo pobres, el cuidado del medio ambiente y la integración de los pueblos.

 

En la redacción de este documento resumen de APARECIDA, tuvo una decisiva actuación un obispo argentino y jesuita llamado Jorge Mario Bergoglio.

 

FRANCISCO

 

El 13 de marzo del 2013 el cónclave, convocado por la renuncia al papado de Benedicto XVI, elige a Jorge Bergoglio como su sucesor.  Su pontificado comienza en medio de un tumulto de graves crisis que afectaban a la Iglesia, en medio de una aguda crísis económica en el Vaticano, entre escándalos de fraudes bancarios, robo de documentos, mafia, abuso a los menores, renuncia del Papa anterior y con una parte del rebaño, fundamentalmente la norteamericana blanca y la latinoamericana rica,opuesta a las reformas del Vaticano II, a la Doctrina Social de la Iglesia, y a otros cambios que fluyen del espíritu del Concilio Vaticano II.

 

Jorge Mario Bergoglio ya había sidoya había sido señalado como papable en la elección de Benedicto XVI, pero había declinado.  ¿Por qué fue contemplado para el puesto en dos ocasiones?  Fundamentalmente porque era un sacerdote entregado a su pueblo, inmerso en el mundo de los pobres, de vida sencilla (viajaba en transporte público),valiente, recto, humilde, amplio en sus conceptos, tenaz, organizado, bien preparado y con dotes de mando, como había demostrado cuando fue provincial de los jesuitas en Argentina.  No exento de errores, pero dispuesto a reconocerlos y a enmendar.

 

Su primera acción fue negarse a aceptar los símbolos de la opulencia en el papado.  Fue su segunda acción organizar una comisión para restructurar la burocracia vaticana, que tantos dolores de cabeza había dado a Ratzinger con las filtraciones, las ambiciones personales y los rejuegos de poder político.

 

FRANCISCO, ESTRATEGA POLÍTICO

 

Bergoglio, que sabe gobernar, comenzó sacando del juego a los que más oposición podían hacerle. El ejemplo más claro fue la destitución al poco tiempo de su papado del poderoso cardenal estadounidense Raymond Burke que por muchos años fué  miembro de la Congregación para los Obispos y de la Signatura Apostólica, ambas posiciones de gran influencia en la Iglesia. Muy especialmente, la Congregación para los Obispos que controla la selección y nombramiento de nuevos obispos. A través de esta posición el Cardenal Burke había controlado por muchos años el nombramiento de nuevos obispos en los Estados Unidos creando así una Conferencia Episcopal Norteamericana de sólido caracter conservador. Francisco lo destituyó de estas posiciones y lo nombró Patrón de la Orden de Malta, una posición fundamentalmente decorativa. Más recientemente hizo lo mismo con el Cardenal alemán Ludwig Muller, quien había criticado al Papa en el tema de permitir acceso a los sacramentos de los divorciados y vueltos a casar, a quien destituyó dándole un también un nombramiento decorativo, y sustituyéndolo como cabeza de la Congregación de la Doctrina de la Fe  por el jesuita Luis Ladaria Ferrer, quien en un pasado reciente había encabezado la comisión para el estudio del diaconado de mujeres. Fue un golpe noble contra la burocracia vaticana.

 

Otro ejemplo claro de su habilidad como gobernante se produjo cuando el Obispo de Filadelfia, Mons Charles Chaput, hizo públicas declaraciones contra el  director de la Civiltà Cattolica Antonio Spadaro por un artículo que publicó en su revista y después fue reimpreso en la revista “America” de los jesuitas sobre el pacto político, que de hecho se dio en las pasadas elecciones presidenciales norteamericanas, entre católicos conservadores y evangélicos.  Al nombrar un nuevo cardenal norteamericano, el Papa se decidió por el redentorista Joseph W. Tobin, hasta ese momento obispo de Indianapolis, ignorando a Chaput. Esta vez el golpe fue contra el sector más conservador de la iglesia en Norteamérica. Así también el nombramiento de Blaise Cupich como Arzobispo de Chicago, a quién posteriormente elevó a Cardenal, constituyó una aperture en las filas episcopales norteamericanas.

 

FRANCISCO, SUS PUBLICACIONES.

 

Francisco ha escrito dos encíclicas:

La primera, “Lumen Fidei” (2013), sobre la Fe, como continuación de las dos encíclicas de Benedicto XVI sobre las virtudes teologales de la esperanza y la caridad.

La segunda,  “Laudato si” (2015), que trata sobre el medio ambiente.

 

Ha redactado tres exhortaciones apostólicas:

Evangelli Gaudium” (2013),este documento define la visión de su pontificado, es como el manifiesto de su compromiso como obispo de Roma”. La segunda fue “Amoris laetitia” (2016) que redactó al haber concluido dos sínodos, uno extraordinario y otro ordinario sobre la familia, que tuvieron lugar en la Ciudad del Vaticano en octubre del 2014 y del 2015 respectivamente. Trata sobre la vocación de la familia,  los desafíos de la familia, el amor en el matrimonio y que “hay que evitar los juicios que no toman en cuenta la complejidad de las diversas situaciones

Por último “Gaudete et exsultate” (2018), Este documento se empalma con “Evangelii Gaudium” – es una exhortación y reflexión sobre la auténtica santidad de tono radicalmente profético y social.

 

EL PONTIFICADO DE FRANCISCO, Y LAS VIOLACIONES A NIÑOS.

 

Su pontificado ha sufrido ataques por lo pasiva que ha sido la Iglesia, durante su mandato, con respecto a los abusos de pedófilos que han dañado vidas de niños, y han herido seriamente la imagen del sacerdocio católico. En este punto, el pontificado de Francisco ha ido endureciendo        su posición contra los violadores, primero investigando y después castigando, al tiempo que declara la maldad de ese pecado.

 

En su tiempo, el primer caso de un alto prelado, fue el caso del Nuncio apostólico en República Dominicana, Monseñor Josef Wesolowsk, acusado de abuso contra menores dominicanos. Como respuesta de Francisco, el obispo fue juzgado en el Vaticano y murió de muerte natural durante el proceso.

 

El segundo caso de alto nivel fue el del tesorero del Vaticano, el Cardenal Australiano George Pell, quien en un juicio anterior, por abuso sexual, había sido declarado inocente por un tribunal australiano. Ante una nueva acusación por los mismos cargos en distintos casos, el Papa le indicó que debería dejar su puesto y viajar a Australia para defenderse de nuevo ante los tribunales de ese país.

 

Por último, ante el caso de un sacerdote chileno, abusador de menores y protegido por obispos, el Papa primero fue engañado por miembros del episcopado chileno. Después de ser advertido, de la certeza de las acusaciones, envió una comisión de dos especialistas vaticanos para investigar. Estos le presentaron multitud de pruebas acusatorias contra el sacerdote y algunos obispos, ante lo cual Francisco pidió perdón a los abusados, en una reunión cara a cara,  y le pidió la renuncia a TODOS los obispos de Chile, acción impensable en otras épocas.

 

FRANCISCO BAJO ATAQUE

 

El Papa, en su persona, ha sufrido dos tipos de ataques.

 

Las acusaciones de herejía, por parte de varios miembros de la Iglesia, entre ellos 4 poderosos cardenales.

 

Y las acusaciones de comunista por parte de las clases poderosas de algunos países y de muchos fieles venezolanos, cubanos y norteamericanos.

 

Comencemos por las acusaciones de herejía.  La primera acusación por permitir el regreso a los sacramentos, de los divorciados vueltos a casar, esbozado en la exhortación apostólica Amoris Laetitia. En este tema, el Papa ha sido prudente, pero misericordioso.  Hace casi 50 años, en la época de Paulo VI, el control de la natalidad, se transformó en un tema tan conflictivo como el permitir a los divorciados la vuelta a los sacramentos. Era un conflicto que podía alejar de la práctica católica a millones de fieles que sostenían que los métodos aprobados por la Iglesia eran poco eficaces.  Agregaban que la ciencia había logrado métodos certeros que en el criterio de un número grande de fieles no iban contra la doctrina. Juan XXIII había nombrado una comisión de científicos para que dieran una orientación ante el uso de los anticonceptivos que la industria famacéutica estaba ofreciendo como medio de control de la natalidad.  Paulo VI amplió esta comisión con teólogos, obispos, médicos y mujeres  de familia. La comisión indicó que los métodos no eran intrínsecamente perversos y que debía ser una decisión de la pareja si adoptaban esos procedimientos o no los aceptaban.  Pero Pablo VI, ya muy enfermo y bajo gran presión del ultra conservador Cardenal Ottaviani, Secretario de la Congregación Para La Doctrina de la Fe, no respetó los resultados, redactó la enciclica “Humanae Vitae”y ordenó leerla en todos lo púlpitos del mundo. La actitud de los fieles fue la de acatar, pero no obedecer y el problema del control de natalidad se resolvió, de acuerdo a la “Gaudium et spes”(con Respeto a la dignidad de la conciencia rectamente formada y de sus libres decisiones, incluso en materia religiosa) a nivel de los matrimonios y sus consejeros espirituales.  En el caso de los divorciados y vueltos a casar, vamos por el mismo camino, que muy sabio fue, porque evitó una ruptura, dentro de la Iglesia, de grandes proporciones. También la disolución de los matrimonios, “por no haber sido consumados a plena conciencia”, se hace cada vez más laxa.

 

Tanto en este tema, como en el de los homosexuales, el Papa ha puesto el énfasis en la misericordia y no en la condena. Ha puesto el énfasis en no juzgar, y en recibir como hermanos a los que hermanos son de acuerdo a la palabra de Dios.  El énfasis ha sido puesto en un regresar a una Iglesia de  los comienzos donde los fieles ni eran los perfectos, ni eran poderosos; eran los pobres y los perseguidos, los pecadores y los leprosos.

 

 

Otro de los ataques que ha recibido Francisco es el referente a los elogios hechos a Lutero. Pero en este tema no ha sido Fancisco el único, ni el primero.  Juan Pablo II, en el encuentro con los obispos de la Iglesia Nacional Danesa, en junio de 1989, se refirió a la profunda religiosidad de Lutero.  Benedicto XVI, en la conmemoración de los 500 años de la Reforma Protestante y en el convento de Lutero dijo, que “la cuestión de Dios, era la pasión profunda y la fuerza de su vida y de todo su itinerario”.   Con estos antecedentes nadie puede declarar luterano a Francisco cuando declaró,  a su regreso del viaje a Armenia, que Lutero “le había dado una medicina a la Iglesia de aquella época envuelta por la corrupción”.

 

El Papa Francisco ha sido acusado de comunista cuando apoya a los pobres y critica a los ricos;  cuando quiere acabar con el clericalismo, que no es más que la dictadura del clero; o cuando habla que los pastores deben oler a ovejas. Nada hay en su enseñanza que nos acerque al materialismo dialéctico o el marxismo, pero si hay mucho de bondad y respeto a los demás, cosas ajenas al comunismo ortodoxo que hemos conocido.

 

Por último, ha sido criticado por cubanos y venezolanos quienes lo acusan de que el Papa no ha entendido la situación de esos países como la entienden los que han sufrido la dictadura de esos sistemas. No puede aceptar un cubano exilado, que estuvo preso, que vio caer hermanos fusilados por el castrismo a un Francisco saludando a Fidel Castro, cuando éste ya no era figura oficial del régimen.  Como tampoco pueden comprender venezolanos que han perdido todo, que mueren de hambre o por falta de medicinas, que Francisco reciba al dictador Maduro como algún visitante normal y propicie un diálogo con esa dictadura.  En el plano político Francisco ha cometido esos errores. Enmendó públicamente su postura en el caso de Venezuela, cuando condenó claramente a la dictadura imperante.  En el caso cubano, se podrá comprender el gesto de visitar a Fidel y no recibir a la oposición, cuando en un futuro sepamos que había una jugada de alta política que trajo muchos beneficios al pueblo cubano. Y si no es así, será una prueba de que el arzobispo de Buenos Aires, que rechazaba el carro oficial y tomaba el transporte público; el Papa que lo primero que hizo fue pedir que oraran por él, el religioso que está dispuesto a perder el pulmón que le queda arreglando una iglesia que hacía aguas, ese Francisco, es tan  humano que a veces hasta se equivoca.

 

Por Joaquin Perez Rodríguez

Director del Instituo Jesuíta Pedro Arrupe

Master in Public Administration, Harvard Kennedy School

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